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Escenas: “Django” (1966)

En un desértico paisaje de la frontera mexicana, una joven mujer, María (Loredana Nusciak) es azotada por un grupo de hombres. De repente, aparece un extraño personaje que arrastra un ataúd y dice llamarse Django (Franco Nero). Éste rescata a la muchacha y descubre que en la zona se enfrentan dos bandas rivales que luchan entre sí para obtener la supremacía de la comarca: la del mayor Jackson (Eduardo Fajardo, actor fetiche de Corbucci), un estadounidense, fanático racista cercano al Ku Klux Klan; y la del general Hugo Rodríguez (José Bódalo), mexicano y revolucionario.

Aprovechando el elemento sorpresa, Django combate contra los esbirros del mayor Jackson, dejándolos casi diezmados, y se alía con el general Hugo Rodríguez para dar un golpe que les reportará mucho oro a ambos. Sin embargo, el misterioso y solitario protagonista tratará de quedarse con todo el oro, por lo que será perseguido, capturado y torturado.

Sergio Corbucci, figura esencial dentro del spaguetti, apostó por el eurowestern más radical y crudo generando películas con un marcado sello exploit. En su cine abundan personajes siniestros (Franco Nero, Klaus Kinski, Telly Savalas, Eduardo Fajardo, Joseph Cotten, etc…), pueblos casi fantasmagóricos llenos de suciedad y barro, cielos siempre grises y una violencia por aquel entonces impropia del género (muchos de sus films fueron calificados X en su estreno).

A diferencia de algunas películas del oeste norteamericanas en donde brillaba el sol, los protagonistas iban impolutos y se ensalzaban valores como la amistad y la camaradería, en “Django” (1966) encontramos a un antihéroe oscuro, sádico, egoísta y de aspecto descuidado, con nombre y leyenda (a diferencia del hombre sin nombre encarnado tantas veces por Clint Eastwood), que se mueve entre cementerios y pueblos sórdidos llenos de fango. Una figura absolutamente solitaria y anárquica que ni está del lado de los mexicanos (es cierto que les ayuda pero tanto le da si la empresa de éstos alcanza el éxito) ni evidentemente de la banda de Jackson, ese sheriff despiadado y sanguinario. Es interesante como el film sabe conjugar perfectamente épica e iconografía cristiana: esas cruces en llamas que llevan los secuaces encapuchados (fanáticos religiosos), el ataúd como vehículo de venganza y liberación o un final inolvidable en el que SPOILER Django con las manos destrozadas apoya a duras penas el arma en una cruz y se bate en duelo con Jackson FIN SPOILER. Incluso el último plano del film es el de una cruz ensangrentada.

Les dejo con una escena mítica de “Django” en VOSE (muchas de estas cintas eran dobladas a posteriori ya que a menudo los actores hablaban cada uno en su lengua nativa) en la que Franco Nero descubre el contenido del siniestro ataúd que lleva a rastras y liquida de un tirón al noventa por ciento de la banda de Jackson. No se la pierdan porque no tiene desperdicio.

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Xavi Darko

Hastiado de los klingons y trolls que proliferaban en mi escuela secundaria, acabé mudándome a Tatooine, un lugar libre de trekkies en donde a pesar de los cansinos Tusken, abundaba el buen tiempo, el mercadeo y las carreras de vainas. La paz y la tranquilidad reinaban hasta que un buen día quedaron quebrantadas por la irrupción de un tipo peculiar cuyo perfil se ajustaba al de los tifosi radicales del AC Milan. Se hacía llamar Darth Maul y entre hostia y hostia me rebeló que era mi padre. Como buen desertor sith, decidí migrar a un planeta verde y fértil llamado Endor del cual fui posteriormente desterrado debido al incendio masivo de cabañas de unos cada día más insoportables ewoks. Sin ganas de más mamoneo intergaláctico, decidí volver al mundo real y escribir sobre cine, tanto del que adoro como del que aborrezco. Cuando me jubile espero vivir en Hill Valley y escribir críticas positivas de las cintas de Uwe Boll.

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