Hace unos días, casi por casualidad, me enteré que el Lauren Sant Andreu ubicado en Barcelona, tristemente cierra sus puertas, dejando el barrio huérfano de cines (salvo las multisalas Cinesa en el centro comecial Herón City). Un barrio, el de Sant Andreu (y por extensión Nou Barris) que fue rico en cines de barrio y que ahora resulta dificil encontrar una propuesta diferente de las multisalas al uso.
Siempre he denostado las multisalas por dos motivos: primero por su poco riesgo a la hora de programar, cometiendo verdaderas injustícias con films más minoritarios (un claro ejemplo sería: “Avatar” en 5 salas y “Animal Kingdom” en ninguna) y segundo por carecer de espíritu cinéfilo (todo parece tremendamente artificial, sin el alma de los cines de antaño). Salvo en los festivales, apenas queda del aroma que se respiraba en las salas el día de un estreno, apenas queda de la magia de aquellos cines que intentaban acercarnos a mundos inimaginables.
Antiguamente en mi barrio, a parte del posterior Lauren Sant Andreu, teníamos el cine de reestreno Astor con sus inolvidables sesiones dobles. ¡Cómo se echa de menos un cine así!. Lástima que lo disfrutara relativamente poco ya que era adolescente cuando se produjo su cierre. Un cine con una larga trayectoria, ya que se inauguró en 1959 y se cerró en julio de 1993. En su caso, evidentemente, el mercado del video le hizo bastante daño, aunque mantuvieron un público más o menos estable y fiel. “Robocop“, “La misión“, “El último emperador“, “Blade Runner“, “Tiburón“, “Akira” o “Corazonada” son algunas de las joyas que fueron proyectadas en esta sala ubicada en su día en el paseo Fabra y Puig. Recuerdo cuando era un enano pasarme tiempo mirando las fotos de las películas que estrenaban y los pósters de las que iban a estrenar, en aquellos mostradores rojos. Actualmente en su lugar hay una residencia de la tercera edad. Otro cine de reestreno de sesión doble que recuerdo con cariño es el cine Texas en el barrio de Gracia.
Pero la oferta no se acababa aquí claro, también estaban el cine Virrey (cerca de Virrei Amat), el cine Victoria donde me vi algunas de Disney cuando era un canijo o el cine Odeón que estaba justo en la acera contraria en frente del actual Lauren Sant Andreu.
Un poco más apartados estaban el cine Río en la calle Matanzas no muy lejos de Maragall (donde disfruté de las dos primeras “Batman“, “Titanic” o “Gladiator” entre otras), el cine Tivoli en la Avenida Meridiana entre Sagrera y Navas (que surgió de la asociación Borràs i Castells (creador del cine Astor) y Pere Balañà (Grup Balañà de cines)), el cine Diamante en Riera d’Horta y otros cines que no pude disfrutar como el Rivoli, Turo, Cristal, Roquetas y Molino.
En mi calle también hubo dos videoclubs que quiero hacer mención: el Tripoli y el Virrey, a los cuales iba bastante a menudo a alquilar. Evidentemente no voy a destacar al posterior, carísimo e impersonal Blockbuster que cerró al cabo de años cuando la empresa yanqui abandonó nuestro país culpando de su pobre balance económico a la piratería (sic).
Es cierto que este es un post un tanto nostálgico y sentimental, pero considero que es una lástima que se esté perdiendo la esencia del cine. El cine no son unos grandes almacenes, no es un supermercado, no es sólo una sala donde se proyecta una película. Es un ambiente, es compartir una experiencia, es descubrir, y sinceramente, con estas mastodónticas multisalas unido al abusivo precio de las entradas y a la desoladora imagen que ofrecen (casi siempre el cine medio vacío), hacen que esa magia de antaño esté en extinción. Sin embargo, está demostrado que con estrategias bien pensadas y accesibles para los bolsillos, es posible en el siglo XXI volver a atraer al público a las salas de forma masiva. Me refiero al éxito de “Phenomena: The ultimate cinematic experience” en los cines Urgel. Una idea fantástica que ojalá muchos imitaran.
soy de madrid, nunca conoci esos cines pero gracias por darlos a conocer