Acción | Aventuras | Comedia | Criticas | Western

Crítica: “Django desencadenado” (Quentin Tarantino, 2012)

django_unchained_posterDos años antes de estallar la Guerra Civil Americana (1861-1865), King Schultz (Christoph Waltz), un cazarrecompensas alemán que le sigue la pista a unos asesinos, le promete al esclavo de color Django (Jamie Foxx) dejarlo en libertad si le ayuda a atraparlos.

Terminado con éxito el trabajo, Django prefiere seguir al lado del alemán y ayudarle a capturar a los delincuentes más buscados del Sur. Se convierte así en un experto cazador de recompensas, pero su único objetivo es rescatar a su esposa Broomhilda (Kerry Washington), a la que perdió por culpa del tráfico de esclavos. La búsqueda llevará a Django y a Schultz hasta Calvin Candie (Leonardo DiCaprio), el malvado propietario de la plantación “Candyland” y gran aficionado a la lucha entre mandingos.

La admiración que siente Quentin Tarantino por “Django” (Sergio Corbucci, 1966), aquel épico y violento spaguetti western protagonizado por Franco Nero, viene de lejos. Ya en su aclamada ópera prima “Reservoir dogs” le rindió un sentido homenaje en aquella escena en la que el señor Rubio (Michael Madsen) a ritmo del estupendo tema “Stuck In The Middle With You” (Stealers Wheel) cortaba la oreja a un polícia retenido, en un claro guiño a la sangrienta secuencia de la cinta italiana en la que unos mexicanos con sed de venganza hacían lo propio con el predicador del temible Jackson, obligándole a comérsela para acabar matándolo a tiros. Si comparamos ambas escenas, veremos que el momento del corte está rodado exactamente igual. Incluso su colega cinéfilo Robert Rodríguez, se inspiró en la figura de Nero a la hora de construir su mariachi, cambiando el ataúd del primero por una funda de guitarra que servía para esconder el arsenal.

Sergio Leone, alma páter del eurowestern, fue quien creó las claves y señas de identidad del subgénero (influenciado inicialmente por el cine de Akira Kurosawa (“Yojimbo” (1961)) y “Veracruz” (1954), film dirigido por uno de los componentes de la generación de la violencia norteamericana: Robert Aldrich), pero no menos importante fue la figura de Sergio Corbucci, un cineasta que, siguiendo el camino marcado por el primero, llevó a la radicalidad y casi al género de terror al spaguetti, generando películas con un marcado sello exploit. En su cine abundan personajes siniestros, pueblos casi fantasmagóricos llenos de suciedad y barro, cielos siempre grises y una violencia por aquel entonces impropia del género (algunas fueron calificadas X en su estreno). A diferencia de algunas películas del oeste norteamericanas en donde brillaba el sol, los protagonistas iban impolutos y se ensalzaban valores como la amistad y la camaradería, en “Django” (1966) encontramos a un antihéroe oscuro, sádico, egoísta y de aspecto descuidado, con nombre y leyenda (a diferencia del hombre sin nombre encarnado tantas veces por Clint Eastwood), que se mueve entre cementerios y pueblos sórdidos llenos de fango. Una figura absolutamente anárquica que ni está del lado de los mexicanos (es cierto que les ayuda pero tanto le da si la empresa de éstos alcanza el éxito) ni evidentemente de la banda de Jackson, ese sheriff despiadado y sanguinario.

La divertida relación profesional entre el Dr Schultz y Django es uno de los aciertos del film.

Mientras que en “Malditos bastardos” tomaba el título (americano) y poco más de la sobrevalorada obra de Enzo G. Castellari (incluso podríamos decir que son dos películas totalmente diferentes que únicamente comparten a un grupo de “deshechos sociales” encargados de llevar a cabo una misión suicida), a simple vista algo parecido ocurre con “Django desencadenado“. Sin embargo, en esta ocasión sí veo muchos nexos en común entre ambos films. Básicamente lo que ha hecho Tarantino con el material original es lo que suele hacer siempre: crear una historia totalmente nueva pero variando algunos elementos ya conocidos. Como pasaba en la obra de Corbucci, estamos ante otro western racial con generosas dosis de violencia pero en esta ocasión bajo el filtro blaxploitation. Mientras en el film de 1966 eran los mexicanos quienes morían indiscriminadamente -como si se tratara de conejos- a manos del sheriff corrupto Jackson (que bien podría asemejarse con el personaje de Di Caprio en el film de Tarantino), en “Django desencadenado” la acción se traslada a los EEUU de la esclavitud en donde son los negros quienes sufren la tortura, la humillación y el asesinato.

Otro claro guiño a la cinta italiana es la escena en la que Django (Jamie Foxx) tiene que disparar contra un hombre que está trabajando junto a su hijo (momento en que el Dr Schultz le explica en qué consiste su trabajo, desnudando a la vez su oscura alma) y aunque inicialmente se resista, acaba haciéndolo. En la película original, análogamente un secuaz de Jackson (que también tiene marcada la cara, como Jamie Foxx) mata a un padre mexicano e immediatamente sus hijos corren a llorar a su lado. También veo similitudes entre los esbirros del sheriff Jackson, los cuales van ataviados con sendos capuchones rojos en la cara (con orificios sólo para los ojos) y los seguidores de Big Daddy (Don Johnson) con indumentaria e ideología KKK. Por último, tenemos la secuencia más evidente: ese fabuloso encuentro en la barra del bar entre los dos Django del cine: Franco Nero y Jamie Foxx. Quizás es una escena algo forzada para mi gusto, pero que funciona con ese cachondo “I know” final.

Django desencadenado” arranca en plena noche. Un grupo de esclavos afroamericanos camina por el bosque bajo el mando de tres hombres despiadados. De repente, aparece un carruaje conducido por un extraño y peculiar personaje. Se hace llamar Dr King Schultz (Christoph Waltz) y es un dentista alemán aunque su verdadera profesión es la de cazarrecompensas. Con su elocuente verborrea explica a los tres hombres blancos su intención de comprar a un esclavo que resulta indispensable para el éxito de su empresa: encontrar a tres hermanos, identificarlos y eliminarlos. El esclavo se hace llamar Django y es el único que ha visto el rostro de las futuras víctimas. Tarantino resuelve la escena con ingenio, mucho humor negro y altas dosis de ketchup gracias a una buena planificación y una brillante ejecución.

La peculiar pareja protagonista buscando en qué plantación se encuentra Broomhilda.

El papel y el significado que tienen los vestidos en la trama resulta esencial para comprender la película. Inicialmente Jamie Foxx lleva una fina camiseta de esclavo que apenas protege del duro frío invernal. Al ser comprado por el Doctor, se despoja del atuendo (y de esas cadenas) en una escena subrayada por la cámara lenta para dar trascendencia al hecho. Durante buena parte del camino lleva puesto el abrigo (con ligeras manchas de sangre en la solapa) de uno de los hombre blancos que lo tenían preso. Posteriormente y gracias a la visión progresista de su nuevo jefe alemán, Django gozará de plena libertad a la hora de elegir su vestuario. Los resultados son cuanto menos exagerados y frikis, pero Tarantino con ello pretende reflejar el estado de éxtasis experimentado por un hombre negro que, en plena época de esclavitud, goza de unos derechos similares a los del hombre blanco: puede elegir su ropa, montar a caballo y sus opiniones son escuchadas. Con el tiempo, acabará llevando una indumentaria más acorde y elegante que reflejará su rango y jerarquía. Finalmente, cuando SPOILER consigue a su amada Broomhilda, la libertad y volar por los aires Candyland FIN SPOILER, ya nada quedará de aquel esclavo. Se habrá convertido en un negro excepcional, una leyenda, un hombre libre.

Volviendo a la trama, una vez que Django es comprado, se produce una de las escenas más bien paridas del film. Esa extraña y peculiar pareja formada por Schultz y Django, llega a un pueblo lleno de fango y en extremo conservador que recuerda muchísimo a los de las películas de Corbucci. Evidentemente no son bien recibidos y la gente reniega a la hora de tratar a un afroamericano como si de un blanco más se tratase, denegándole el servicio. En una secuencia absolutamente surrealista a la par que desternillante, el doctor mata al sheriff del pueblo en medio de varias decenas de personas y manda llamar al marshall mientras ellos dos terminan sus pintas. Llegado el momento, Schultz (y su labia) darán a conocer a medio pueblo armado su cometido (el sheriff era un antiguo delicuente) y los papeles oficiales que avalan su labor exterminadora.

Una vez aclarado todo, se desplazan a la plantación liderada por Big Daddy -un excelente y socarrón Don Johnson- para encontrar a los tres hermanos y aniquilarlos. De toda esta parte hay dos elementos muy curiosos. El primero es como Tarantino presenta al personaje de Broomhilda mediante unos flashbacks con aspecto visual muy blaxploitation, y el segundo como Django ejecuta a sus verdugos utilizando la misma arma con la que fue castigado y azotado: el látigo. El torturador torturado por el black power. Para el recuerdo queda la surrealista y ridícula escena del Ku Klux Klan (quizás un pelín alargada), en la que un grupo de encapuchados justo antes de proceder al ataque del carruaje en el que viajan Django y Schultz, se ponen a discutir sobre la utilidad e incomodidad que conlleva cabalgar con un saco (encima mal hecho) en la cabeza. Diálogos ridículos disfrazados de trascendentes, como la famosa conversación de las hamburguesas en “Pulp Fiction” o el inolvidable debate inicial sobre el tema musical “Like a virgin” de Madonna en “Reservoir Dogs“.

Estupenda labor de Robert Richardson en la dirección de fotografía.

Ya siendo un hombre libre, Django explica a Schultz la historia de Broomhilda von Shaft (su mujer cuyo amor le fue arrebatado) y sus intenciones de rescatarla allá donde esté. A su vez, y aprovechando el apellido de origen alemán de la chica, el eminente doctor se remite a la leyenda germánica acerca de Sigfrido y Brunilda. Resulta muy interesante como juega con ese mito, ya que “Django desencadenado” no es más que una historia extrema, atrevida y visceral, que profana lo sagrado para reinventar la leyenda aria de Sigfrido pasándola por el minipimer del blaxploitation para obtener un obra delirante y surreal llena de venganza, sangre y honor.

Juntos partirán en busca de la mujer de Django hasta dar con ella en “Candyland”, una plantación gobernada por el sádico Calvin Candie (Leonardo DiCaprio). El cineasta nacido en Knoxville utiliza una encarnizada y violenta lucha entre mandingos para presentar al (voluntariamente) histriónico y fastuoso personaje de Di Caprio y describir perfectamente su deshumanización. Una figura que representa el lado más salvaje y sanguinario del pueblo norteamericano de antaño (y que bien podría equipararse a un comandante de un campo de concentración nazi).

La brutal muerte del esclavo devorado por los perros, la insoportable humillación e intimidación racial (ni siquiera soportada por un hombre tan curtido y de tan fuerte conciencia como el Dr. Schultz) y su ideología fascista a la hora de conversar o hacer negocio como si las personas de color fueran pura mercancia, definen a un personaje hiperbólico e incluso hasta caricaturesco. Leonardo DiCaprio aunque haga una actuación brillante como de costumbre, aquí intenta jugar en la misma liga que un Christoph Waltz en su salsa, y eso es harto difícil. Sin embargo, su histrionismo y su excesiva teatralidad quedan justificados por la naturaleza de su personaje y en general de la propuesta. Incluso Stephen (un magistral Samuel L. Jackson), el servicial mayordomo más convencido de su posición estamental que los clasistas más recalcitrantes, es un personaje exagerado y hasta ridículo (entre su continuos gestos faciales y su peculiar cojera). Uno de esos afroamericanos que en vez de luchar por unos derechos dignos para los suyos, prefiere ser un racista más, no vaya a ser que pierda su puesto “privilegiado”.

El demente diálogo sobre Ben y su calavera. Una de las mejores escenas de la película.

Y es en “Candyland” donde se produce la mejor escena del film: el siniestro diálogo de Calvin Candie (Leonardo DiCaprio) con la calavera de su antiguo exclavo Ben sobre la mesa. Unas líneas con las que el personaje pretende demostrar desde la antropología el servilismo y la cobardía de una razón inferior, y que recuerdan a su manera a las ya míticas frases pronunciadas por el coronel Hans Landa (Christoph Waltz) en “Malditos bastardos” comparando a los judíos con las ratas.

Las señas de identidad a nivel de estilo de la película son los zooms ultrarápidos típicos de los spaguetti western o de las cintas de artes marciales producidas por los estudios Shaw Brothers, algunos travellings a caballo, planos detalle de los ojos o de la mano cogiendo la pistola, diálogos rodados sin acudir al repetitivo y cansino plano-contraplano, y una estilizada, orgásmica y cien por cien canalla venganza final. Si el film durante sus primeras tres cuartas partes evoca al cine del oeste europeo y al blaxploitation norteamericano, todo el tiroteo final lleno de sangre y destrucción es digno del mejor heroic bloodshed [1] asiático. Esas escenas -estilizadas gracias al ralentí- de Jamie Foxx disparando a dos manos al ritmo del excelente tema rap Black Coffins de Rick Ross (Quentin siempre combinando géneros para reiventarlos), recuerda a como repartía plomo Chow Yun-Fat en aquellos inolvidables films de John Woo que justamente destacaban por sus complejas y acrobáticas coreografías visuales y por un uso tan potente como creativo de la cámara lenta. Esa representación de un super hombre contra todos recuerda a las películas de kung-fu y sus combates imposibles o incluso a los actioners ochenteros.

Siempre he creído que un gran cineasta es aquél capaz de rodar escenas de acción (posiblemente una de las cosas más complejas dentro del cine) y diálogos (sin recurrir a primeros planos o al monótino plano-contraplano). Tarantino, apoyado en la estupenda edición de Sally Menke, ya demostró en “Kill Bill” una inusual destreza a la hora de planificar y ejecutar secuencias de acción, lo que dejaba constancia de dos cosas: 1) era un enorme director a todos los niveles y 2) había mamado mucho cine asiático de acción (Chang Cheh, Lau Kar-Leung, Tsui Hark, Toshiya Fujita o John Woo). Tras el glorioso díptico protagonizado por Uma Thurman, volvió a confirmar su maestría como realizador de acción en “Malditos bastardos” gracias a unas estupendas escenas de tiroteos y a sus trabajadas set pieces. A la vez, es un realizador que sabe rodar diálogos. A diferencia de otros que presentan unas conversaciones de forma repetetiva, monótona y poco creativa, el director de “Jackie Brown” apuesta por mover la cámara con esos suaves giros de 360 grados o bien por todo lo contrario: la economía fílmica (manteniendo un plano fijo -sin corte alguno- para mostrar a los personajes de perfil mientras conversan).

Jamie Foxx (Django) disparando a dos manos. Todo un guiño a los heroic bloodshed asiáticos.

Tarantino como gran paradigma de la postmodernidad, construye sus películas a través de la yuxtaposición de géneros, de la fusión de referencias, siempre desde un discurso totalmente propio. A diferencia de su colega Robert Rodríguez el cual se dedica a fotocopiar/homenajear sus clásicos de VHS desde la más absoluta vacuidad, Quentin siempre utiliza sus homenajes y citas como vehículo para contar su historia y sus personajes. Guiños al servicio de su universo, no al revés. No cabe duda de que estamos ante un maestro de la comedia violenta. Su cine, a parte de tener altas dosis de ketchup y pinceladas de dramatismo, siempre está envuelto por un aura de surrealismo kitsch. Dicho de otra manera, en su particular manera de contar las historias, Tarantino es capaz de revolver las tripas de los espectadores pero a la vez arrancar carcajadas a toda la sala. Sus films, capaces de ofrecer una sorpresa detrás de otra, son pura diversión extravagante de naturaleza cien por cien festivalera.

La eterna discusión sobre si la violencia en su cine es excesiva, sinceramente ya cansa. En una entrevista reciente para un canal británico [2], le formulaban la siguiente pregunta: ¿Por qué está tan convencido de que no hay una conexión entre disfrutar de la violencia en el cine y hacerlo en la vida real?. Evidentemente el cineasta saltaba y se negaba a responder -una vez más- a la típica pregunta sobre la implicación social que tiene la violencia de sus películas. Atribuir la responsabilidad de la violencia en la vida real al cine, los videojuegos o el rol, me parece erróneo, sumamente ignorante e injusto. Todavía hoy en día y tras ocho películas en su haber, muchos desconocen la esencia del cine de Tarantino. Su filmografía es un espectáculo hiperbólico, voluntariamente desenfadado que invita a la diversión más delirante. Evidentemente ante este enfoque es imposible tomarse en serio los litros de ketchup, las amputaciones y demás barbaridades aparecidas en pantalla. Pero aún en el caso que se tomara en serio, ¿tendría sentido hacer una película enmarcada en una época llena de brutalidad evitando mostrar la violencia?. El lejano oeste no era precisamente un lugar idílico para vivir, más bien era tan o más salvaje que el universo mostrado en muchos spaguetti-westerns. Incluso su referente más evidente (“Django” de Corbucci), contenía momentos de considerable violencia y surrealismo. En su versión uncut tenemos esa famosa escena de la oreja o la venganza de los mexicanos destrozando las manos a Django por robarles el oro. En “Django desencadenado” tenemos escenas duras y desagradables que es imposible no tomarlas en serio, pero a la vez hay otras de lo más bestia y exageradas hasta el extremo SPOILER como la explosión cuando muere el personaje de Waltz o el momento en que Foxx dispara a la mujer en Candyland saliendo ésta disparada SPOILER que provocan verdaderas (y sanas) carcajadas en el espectador justamente por el surrealismo y la imposibilidad que desprenden.

La polémica abierta con Spike Lee entorno a la película es verdaderamente ridícula. Siempre me he preguntado por qué este personaje tiene que avalar o rechazar públicamente toda película sobre negros estrenada en los EEUU. Es como si fuera una especie de censor o peaje chungo que cualquier película racial debe pasar. Según Lee, el film “no parece que se aproxime con suficiente respeto a lo que considera un “holocausto”“. Vamos a ver, ¿acaso Tarantino pretende hacer una representación histórica cien por cien fidedigna?. No, ni está preocupado por ello. “Django” no es “Raíces“, ni pretende serlo. El cineasta afroamericano lo que debería hacer es dejar de criticar el trabajo de otros y volver a dirigir otra buena película, porque que yo recuerde desde “La última noche (25th hour)” no ha hecho nada potable. Y de eso hace ya once años.

El encuentro en la barra del bar entre los dos Django del cine (Nero y Foxx).

Tampoco entiendo a aquellos que acusan a “Django desencadenado” (y a gran parte de su obra) de tener una duración en exceso dilatada. Una de las grandes virtudes de la película es sin duda su ritmo non-stop que hace que las casi tres horas pasen volando, erigiéndose como un entretenimiento de primera que hará las delicias de los cinéfilos amantes del género y también de aquellos que únicamente quieran disfrutar del film sin más. Tarantino es un cineasta que domina la narrativa como nadie. Un genio a la hora de abordar sus guiones (con historias que nunca dejan indiferente al espectador) y de plasmarlos en celuloide gracias una brillante dirección de actores y a un sentido del ritmo único. Además es un experto en crear todo tipo de climaxs repletos de suspense (que aunque angustiantes siempre tienen su peculiar sello cómico) para que el cast pueda lucirse. Un autor total que crea, controla y supervisa su obra desde todos los prismas. Pocos pueden decir lo mismo en Hollywood.

Como ocurría en su anterior film, “Django desencadenado” es una película que DEBE verse en versión original. La cantidad de idiomas que se dan cita en pantalla (inglés, francés, alemán), los galicismos y germanismos pronunciados por los personajes de Leonardo DiCaprio, Kerry Washington y Christoph Waltz y todo el tema de los acentos sureños (con coña de Samuel L. Jackson incluida) hacen que sea muy recomendable disfrutarla así. Es más, apuesto a que el doblaje en castellano se carga toda la gracia y el juego que dan las entonaciones en la pista de audio original.

A nivel técnico y musical la película cumple de sobras. El trabajo fotográfico de Robert Richardson es sensacional, tanto en exteriores con esos bellos paisajes nevados (escenario habitual de otro western mítico de Corbucci: “El gran silencio” (1968)), pueblos sucios y plantaciones sureñas; como en interiores (la colorimetría amarillenta de Candyland). Mención especial a las figuras a contraluz (un recurso típico del western) o al uso de las sombras. Tras el fallecimiento de Sally Menke, la excelente montadora de toda la obra de Tarantino hasta “Malditos bastardos“, había curiosidad a la vez que temor por saber qué profesional eligiría el director como sustituto. Finalmente se decantó por Fred Raskin, asistente de edición en anteriores películas suyas, y lo cierto es que el resultado es inmejorable dotando a la obra de un dinamismo y un ritmo bestial.

Stephen (excelente Samuel L. Jackson) sospecha de Broomhilda (Kerry Washington).

La banda sonora, uno de los elementos cinematográficos que más cuida Tarantino en sus obras (como Sergio Leone), es una auténtica delicia. En el álbum encontramos de todo: clásicos imperecederos de Ennio Morricone, Franco Micalizzi o Luis Bacalov (incluyendo las canciones originales de “Django” o “Le llamaban Trinidad” remasterizadas), temazos de Johnny Cash, Frank Ocean y Black Strobe, o el excelente rap Black Coffins de Rick Ross. Una selección exquisita y brillante que demuestra una vez más el buen gusto de su creador a todos los niveles.

Por último decir que en el film hay un buen puñado de cameos: el propio Quentin Tarantino, Jonah Hill (famoso por las producciones Judd Apatow), Zoe Bell (una de las estrellas de “Death Proof“), Russ Tamblyn (el Riff de “West side story“), Tom Savini (uno de los mejores maquilladores que ha dado el cine), Michael Parks (uno de sus actores fetiche) o Franco Nero (obligada aparición) entre otros. Al primero lo podemos ver como miembro del grupo de Big Daddy (aunque bajo una capucha) y como empleado de LeQuint Dickey (atención como muere, en una escena tan friki como la de su personaje en “Planet Terror” xD). Al segundo lo encontramos en la citada escena del Ku Klux Klan discutiendo sobre la utilidad de llevar sacos en la cabeza. El resto aparecen en papeles muy secundarios.

Tarantino construye un espectáculo surreal y delirante rico en diálogos ingeniosos, leyendas arias reiventadas (Sigfrido y Brunilda), sangre a raudales, honor y venganza. Una renovación del subgenéro en clave de “southern” con ecos al blaxploitation (la reivindicación del black power) y al heroic bloodshed asiático (con ese final orgásmico que a la vez homenajea a “Grupo salvaje” de Peckinpah). Un auténtico maestro de la yuxtaposición de géneros, de la fusión de referencias y de la narración más posmoderna siempre desde un discurso totalmente propio. Cine que rebosa talento y personalidad. Cine de verdad.



[1] Se caracteriza porque sus héroes están al margen de la ley, pero prevalecen sobre ellos los sentimientos de honor, lealtad, amistad y justa venganza. Estilísticamente suele ir acompañado de una orgía de tiros y ráfagas de ametralladoras, siempre con la finalidad de obtener un “derramamiento de sangre heroico”.
[2] ‘Channel 4 Evening News’ presentado por Krishnan Guru-Murthy.

Compartir:

Xavi Darko

Hastiado de los klingons y trolls que proliferaban en mi escuela secundaria, acabé mudándome a Tatooine, un lugar libre de trekkies en donde a pesar de los cansinos Tusken, abundaba el buen tiempo, el mercadeo y las carreras de vainas. La paz y la tranquilidad reinaban hasta que un buen día quedaron quebrantadas por la irrupción de un tipo peculiar cuyo perfil se ajustaba al de los tifosi radicales del AC Milan. Se hacía llamar Darth Maul y entre hostia y hostia me rebeló que era mi padre. Como buen desertor sith, decidí migrar a un planeta verde y fértil llamado Endor del cual fui posteriormente desterrado debido al incendio masivo de cabañas de unos cada día más insoportables ewoks. Sin ganas de más mamoneo intergaláctico, decidí volver al mundo real y escribir sobre cine, tanto del que adoro como del que aborrezco. Cuando me jubile espero vivir en Hill Valley y escribir críticas positivas de las cintas de Uwe Boll.

5 Comentarios

  1. ¡Hola! ¡Excelente nota! A mi la historia no me convenció tanto. La duración de la película (casi 3 horas) es su mayor defecto, hay escenas muy estiradas donde se pierde el ritmo de la historia. Esto lleva a un desbalance en el ritmo, que no se mantiene adecuado durante toda la cinta.

    Lo mejor para mi es el rol de Leo Di Caprio. Su papel de villano está maravilloso, y uno llega a amar odiarlo (el hecho que no lo hayan nominado por esta actuación es una gran decepción).

    Escribí mi crítica completo de la película, te invito a que te des una vuelta para comentarla y opinar.

    Link: http://on.fb.me/SQ0lVS

    Un saludo grande

    Luciano // https://www.facebook.com/sivoriluciano

  2. Bravo!!!

    Reconozco que la película no me apasionó tanto como a ti, pero tengo fé en un futuro revisionado en Blu, más ahora tras leer tu extenso, y muy informativo y elaborado, análisis amigo mío. Creo que en parte mi “decepción” hacia ella es que la anterior de Tarantino me apasionó y me parece que tiene la mejor secuencia de toda su filmografía (la de apertura). Sobre “Django” me sobra la caprichosa escena del KKK (por muy desmitificadora y divertida que resulte) y la falta de carisma en el protagonista, a favor del estupendo plantel de secundarios.
    Te doy, una vez más, la enhorabuena, de todas las reseñas sobre la cinta de Tarantino la tuya es la que más me ha gustado.

    Un fuerte abrazo fiera 😉 !!

  3. Hola,

    Luciano: Es cierto que algunos momentos cómicos están ligeramente estirados pero no estoy de acuerdo en que con ello se resienta el ritmo de la cinta. Apenas se ha notado la malograda ausencia de Sally Menke, el montaje luce igual de dinámico.

    Es cierto que DiCaprio merecía nominación, pero Samuel L. Jackson (el gran olvidado del film) también. Luego echo un vistazo a tu crítica y te comento.

    Un saludo!! 😉

    Ramón:
    Muchas gracias amigo!!! 😉
    Bueno, eso es lo bonito del asunto, que hayan opiniones diferentes sino esto sería muy aburrido jeje
    Es cierto que el personaje de Foxx no tiene el peso ni el carisma del de Waltz, Jackson o DiCaprio pero para mi el actor afroamericano realiza un actuación más que correcta dentro de su papel.
    Considero a “Django desencadenado” como una de las grandes joyas del 2012. Sus 165 minutos están llenos de descaro cinematográfico. Y ante todo es un entretenimiento de altísima calidad, no lo olvidemos.
    Muchas gracias, me alegro que te haya gustado mi comentario XXL jaja, a veces me da por escribir y no paro xD. Luego le echo un ojo a tu crítica de Django que veo que ya la has publicado.

    Un abrazo y hablamos!! 😉

  4. Daniela Campos dice:

    Me gusta mucho la historia a pesar de tratarse de una película que refleja un tema fuerte como lo es la esclavitud , me gusto la cinta de Quentin Tarantino Django,aunque maneja muchas escenas cargadas de sangre, de disparos y de pelas que deja cierta moraleja sobre estos temas polémicos.

  5. La película está muy bien a todos los niveles. Una lástima que Tarantino haya abandonado la muy prometedora “The hateful eight”, la cual iba a ser una especie de homenaje a los westerns corales tipo “Los siete magníficos”.

    Un saludo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *