Continuamos con la crónica del festival de Sitges 2018 con 10 interesantes propuestas que abordan toda clase de géneros y estilos:
CLIMAX (Gaspar Noé, 2018)
A mediados de los años noventa, veinte jóvenes bailarines de danza urbana que se habían reunido para unas jornadas de tres días de ensayos en un internado en desuso situado en el corazón de un bosque, hacen su último baile común y luego festejan una última fiesta de celebración alrededor de una gran fuente de sangría. Pronto, la atmósfera se vuelve eléctrica y una extraña locura los atrapará toda la noche. Les parece obvio que han sido drogados, pero no saben por quién o por qué.
Gaspra Noé jamás deja indiferente a nadie, para bien o para mal. No me encuentro entre los admiradores más fervientes del cineasta argentino, pero reconozco que es un experto en crear atmósferas malsanas, altamente perturbadoras y dotar a sus films de una fuerte personalidad y una textura verdaderamente sórdida.
Es el caso de “Climax“. Lo que empieza como una fiesta entre amigos (alocada, con desfase y excesos), acaba convirtiéndose en una casi pesadilla zombie de almas errantes presas del pánico y el caos al más alto nivel. Noé consigue incomodar e impactar al espectador a través de una historia de lo más angustiante, visualmente poderosa y con un nivel explosivos de decibelios que consiguen aturdir por completo la mente del espectador (a lo “Enter the void”) y transportarlo a un lugar al que jamás querría acudir.
La atronadora música electrónica combinada con la expresividad corporal del elenco de bailarines y artistas que se dan cita en el film, y al excelente trabajo de iluminación convierten a “Climax” en un auténtico descenso a los infiernos. Un tour de force salvaje y alucinógeno a través de la locura. Audiovisualmente es toda una experiencia, ahora bien como film, algo irregular ya que da la sensación de que en algunos tramos no pasa absolutamente nada lo suficientemente trascendente como para justificar que no hayan sucumbido a las tijeras en la sala de montaje.
GHOSTLAND (Pascal Laugier, 2018)
Pauline ha heredado una casa, en la que se instala con sus dos hijas. Sin embargo, en la primera noche, unos asesinos entran en el lugar, y Pauline tiene que enfrentarse a ellos. Años más tarde, las dos chicas han elaborado de manera muy distinta aquel trauma. Ahora, todas se reúnen en la casa, donde nada bueno les espera. Pascal Laugier regresa, también, a un lugar conocido: el de las maneras de aquel hito del terror que fue Martyrs.
Aunque recibió algunas críticas negativas en este y otros certámenes, desde aquí denfendemos a capa y espada a la última película hasta la fecha de Pascal Laugier (realizador de la estimable “Martyrs“) que un hostiazo tremendo a los estereotipos del home invasion (subgénero de terror que suele estar cargadito de clichés), apostando por un delicioso juego onírico-metanarrativo tan hábil como siniestro.
Un film violento, sin concesiones, de asfixiantes y sucias localizaciones y con unos giros de tuerca que son puro terror psicológico y un nivel de capas narrativas verdaderamente delioso. Crystal Reed y Anastasia Phillips, colosales en sus respectivos roles. La primera y última media hora, canelita en rama.
PIERCING (Nicolas Pesce, 2018)
Reed (Christopher Abbott) tiene un plan: hacer check-in en un hotel, llamar a una prostituta y asesinarla sin que ésta sea consciente de lo que está ocurriendo. Antes de salir de su casa, supuestamente para acudir a una reunión de trabajo, se despide tiernamente de su mujer y besa a su hijo. No hay nada fuera de lo normal salvo su maletín, que en vez de llevar ropa y unos pijamas contiene un cepillo de dientes y distintas armas para cometer un asesinato. Todo parece ir según lo previsto hasta que conoce a Jackie (Mia Wasikowska), la prostituta que acude a la habitación de su hotel. Aunque Reed necesita liberar sus impulsos asesinos para continuar siendo un buen marido y un padre ejemplar, Jackie parece ser consciente de sus intenciones, por lo que se produce una extraña y onírica situación que cambiará la vida de Reed para siempre.
En todo festival siempre hay un momento en el que cual te encuentras a un film que o bien no te dice absolutamente nada o directamente es una castaña. Es el caso de “Piercing“, film sobre instintos criminales reprimidos, que ni funciona como thriller sádico ni como comedia de humor negro. Se queda a medio camino consiguiendo dejar al espectador con cara de indiferencia total. Sólo podemos rescatar de este aburrido producto, sus testimoniales ramalazos de surrealismo, su correcto apartado formal y una Mia Wasikowska que da un repaso al resto del casting en labores de actuación.
TUMBBAD (Rahi Anil Barve & Adesh Prasad, 2018)
India, siglo XIX. En las afueras de Tumbbad vive Vinayak, hijo bastardo del jefe del pueblo, obsesionado con un tesoro ancestral. Sospecha que el secreto del tesoro lo conoce su bisabuela, una bruja maldita que lleva siglos dormida. Cuando se acerca a ella se topa con el guardián del tesoro, un malvado dios caído. Lo que empieza con unas pocas monedas de oro se convierte en un ansia que dura décadas. La avaricia de Vinayak sigue creciendo hasta que desata el mayor secreto de todos, que es incluso más valioso que el propio tesoro.
No todo son musicales en Bollywood. Una buena prueba de ello la encontramos en la estupenda “Tumbbad“. Rahi Anil Barve y Adesh Prasad fusionan el cine de aventuras más clásico (pero ofreciendo un producto moderno) junto al terror en una historia con trasfondo histórico (la dominación británica y la declaración de independencia de la India de 1947) muy entretenida, que abraza abiertamente al género fantástico y destaca por una gran factura (atención a los FX y una exquisita fotografía) y por el brutal trabajo que hace del sonido (atronador Dolby Atmos).
UNDER THE SILVER LAKE (David Robert Mitchell, 2018)
¿Qué tendrán las calles de Los Ángeles que son como una telaraña?. En ella se enreda Sam, un joven que aspira a ganarse la vida en la ciudad de los sueños, pero que pasa los días sin hacer nada de provecho, muerto de aburrimiento y dando rienda suelta al vouyerismo de vecindario. Las cosas cambiarán cuando conozca a su nueva vecina, una chica sexy, deslumbrante e inquietante, que desaparece misteriosamente al día siguiente. Sam se volcará entonces en su búsqueda, por Los Ángeles y por los rastros de la cultura popular.
David Robert Mitchell despegó definitivamente dentro del cine de género allá por 2014. En dicho año estrenó “It follows“, un film sugerente, radical y tremendamente valiente, a medio camino entre John Carpenter y aquella estética ochentera de Joe Dante o Wes Craven, que jugaba francamente bien con una de las reglas básicas dentro del slasher: la práctica del sexo; acercándose en ese sentido a otro film del género como la reivindicable y desvergonzada “Cherry Falls”, aunque desde un prisma mucho más complejo y diferente. La dirección (impresionante cómo Mitchell gestionó el terror subterráneo), el montaje, la fotografía (con una atmósfera realmente malsana) y la música (cuyo tono minimalista evoca de nuevo a Carpenter) eran extraordinarias y encajaban a la perfección.
Cuatro años después de aquella joya, Mitchell apuesta por este fascinante y laberíntico neo-noir, donde abunda el surrealismo, y encontramos un torrente de referencias (Pynchon, Lynch, Hitchcock, Burns, etc..) y un rompecabezas construido a base de puro simbolismo y nostalgia, con sabor a cine negro añejo. Resulta imposible captar en un único visionado de toda la información que subyace del film. A destacar una escena antológica que pone patas arriba a la cultura pop de los últimos 30-40 años. Andrew Garfield, actor limitado y soso como pocos, aquí consigue dar en el clavo al encontrarse un personaje a su medida.
Un rara avis posmoderno e hipnótico que el tiempo pondrá en su sitio.
ONE CUT OF THE DEAD (Shinichirô Ueda, 2018)
El rodaje de una película de zombies en un almacén abandonado en el que se habían realizado experimentos militares se ve torpedeado por la irrupción de… ¡zombies! Estamos en el terreno del cliché, pero nada en One Cut of the Dead es lo que parece a primera vista. Con un plano secuencia de más de media hora y con un tono de humor desmadrado, esta adorable zomedia da una nueva vida al cine de no-muertos.
La apuesta metacinematográfica de “One Cut Of The Dead” funciona, tiene un gran encanto artesanal y posee detalles francamente interesantes a la par que divertidos, pero no nos dejemos llevar por la risa fácil y el despipote colectivo festivalero. No estamos ante un film perfecto ni mucho menos, pero tampoco lo pretende.
Su larguísimo periplo festivalero a lo largo de todo el mundo y el tremendo éxito cosechado, tiene mucho mérito y al menos en España ya ha conseguido distribución a cargo de la compañía catalana La Aventura Audiovisual.
La cinta es toda una carta de amor al cine y a toda la gente que está detrás de las cámaras (crew) y hace posible que cuando se apaguen las luces, nos dejemos llevar olvidándonos de nuestros problemas cotidianos. Desde los operadores de cámara, a los maquilladores, el director, pasando por los scripts, … todos tienen cabida en esta locura desconcertante al más puro estilo humor amarillo, que supone un ejercicio de metacine (con varias capas) muy a tener en cuenta, una vuelta de tuerca al género zombie y un homenaje al cine de guerrilla altamente satisfactorio.
HALLOWEEN (David Gordon Green, 2018)
Jamie Lee Curtis regresa a su icónico personaje Laurie Strode, quien llega a la confrontación final con Michael Myers, la figura enmascarada que la ha perseguido desde que escapó de la matanza que él cometió la noche de Halloween de hace cuatro décadas. Nueva entrega de “Halloween“, secuela directa de la original de 1978. John Carpenter (creador de la original) es el productor ejecutivo.
Dejar de lado a la inclasificable “Halloween III: El día de la bruja” se puede aceptar, pero hacerlo con “Halloween II: ¡Sanguinario!“, así de entrada, es lamentable, sobre todo si lo que vas a hacer es tan pobre y típico como la nueva “Halloween” (2018).
la prolífica productora Blumhouse rescata a la saga (que por cierto serán tres entregas) en clave postraumática, con Jamie Lee Curtis, scream queen de los 80 por excelencia, retomando su papel más icónico y ofreciendo una secuela descafeinada, tópica y que no aporta practicamente nada novedoso. Para colmo las pinceladas de humor tampoco funcionan y no ser Rated R tampoco tenemos el generoso gore deseado.
El climax final intenta rescatar a un fast film-refrito muy irregular, que tiene tanto respeto por el fan de la saga que ya desde el inicio arranca como una obra aquilosada y sin ánimo de transgredir ni ofender a nadie. Entretenida y poco más. Una pena.
OVERLORD (Julius Avery, 2018)
II Guerra Mundial. Justo antes del Día D, un grupo de paracaidistas estadounidenses cae tras las líneas enemigas para realizar una misión crucial en un pequeño pueblo francés. Pero, a medida que se acercan a su objetivo, empiezan a darse cuenta de que algo más que una simple operación militar está sucediendo en esa aldea ocupada por los nazis.
Si mezclamos hazañas bélicas con terror nazi con zombies y experientos médicos tenemos como resultado “Overlord” una magnífica producción Bad Robot, AAA en presupuesto pero serie B en concepción, que retrata el infierno de la guerra desde un punto de vista histórico-fantástico verdaderamente delicioso: fantasmales tierras sin dueño, trincheras cavadas rodeadas de humo y niebla, cuerpos apiñados como basura inservible, y una ferocidad en las miradas de todos, tanto militares como lugareños, que tan pronto se contiene ante la muerte segura como arde frente a la injusticia más cobarde.
Sólo por su desvergonzado enfoque, su sentido tributo a esos híbridos de serie B y el acojonante plano secuencia inicial (con un uso del Dolby Atmos tan bestial que hace que el espectador experimente en primera persona lo que es la guerra, algo parecido a lo vivido con “Dunkerque“) ya mereció la pena ir al pase madrugador de las 8 de la mañana. El vídeo previo de J.J. Abrams presentando la película a los espectadores del Festival de Sitges, todo un detalle por su parte. De esos que se agradecen.
70 BINLADENS (Koldo Serra, 2018)
Raquel (Emma Suárez) es una mujer con una complicada situación personal que le lleva a necesitar conseguir con urgencia, en 24 horas, 35.000 euros. Su última esperanza es un préstamo bancario. La irrupción de dos atracadores (Nathalie Poza y Hugo Silva) cuando está a punto de cerrar la transacción complica aún más su situación, pero Raquel sabe que no tiene otra opción que salir de allí con el dinero, al precio que sea.
Tras las estupendas “Bosque de sombras” y “Gernika“, Koldo Serra acierta con esta atinada aproximación al thriller de atracos, que destaca por una cuidada factura técnica y unas actuaciones francamente buenas, sobre todo Blanca Suárez y Nathalie Poza (sin desmerecer el correcto trabajo de Hugo Silva) y un guión estructurado en dos partes claramente diferenciadas y un uso de flashbacks que ayudan a desarrollar la verdadera naturaleza de los personajes.
la cinta posee un trabajo fotográfico y un montaje impecable (atención a lo bien que se intercala situaciones del presente con momentos del pasado) y una dirección que confirma a Serra como un auténtico virtuoso de lo formal, los elaborados y larguísimos planos secuencia del film son toda una delicatessen al alcance de muy pocos y que conllevan una labor logística considerable.
e entre las propuestas españolas que se pudieron ver en el festival, una de las mejores y más honestas.
SPIRITS OF THE AIR, GREMLINS OF THE CLOUDS (Alex Proyas, 1989)
En un futuro postapocalíptico, Felix y Betty son dos hermanos que viven aislados en el desierto. Su vida da un cambio radical con la llegada de un extraño, Simon, que despierta en Felix el deseo de volar, y que Betty toma por un demonio peligroso. Alex Proyas debutó en el cine con esta ensoñación steampunk, restaurada a partir del negativo en 16mm original con motivo de su trigésimo aniversario.
Alex Proyas visitaba el festival para (a parte de un posterior Q&A con el público) presentar la copia restaurada en 4K de su ópera prima “Spirits of the air, Gremlins of the clouds“, una inclasificable y experimental obra que se enmarca dentro de su primera etapa como realizador, donde su filmografía abrazaba de lleno el fantástico gótico (recordemos las notables “El cuervo” y “Dark city“).
En ella se nota la enorme inspiración de artistas como Moebius y con ecos a Jodorowsky, Lynch, Jeunet y Burton, en donde se nos presenta una ambientación postapocalíptica casi de western, con unos personajes interesantes aunque algo cargantes (el inventor y su tenacidad para sacar adelante su proyecto encaja como alter ego del propio Proyas), una cuidada fotografía con un diseño de producción fascinante y una libertad creativa total, ajena a ataduras comerciales como nunca ya jamás volvería a tener el cineasta egipcio.
A destacar el contraste que se crea entre esos áridos paisajes gigantescos y esa atmósfera opresiva, sudorosa y sórdida de los interiores. Un film con personalidad única que merece ser rescatado y disfrutado en pantalla grande (sobre todo si es en versión restaurada).