Terminamos la crónica del festival de Sitges 2018 con 10 interesantes propuestas que abordan toda clase de géneros y estilos:
AMERICAN ANIMALS (Bart Layton, 2018)
Nunca seremos tan especiales como soñábamos cuando éramos pequeños. Este es el chasco que se llevan Warren y Spencer, dos chicos de clase media sumidos en el desencanto de la vida común y que se rebelarán contra el sistema planeando un robo… a una biblioteca de instituto. El director de El impostor, uno de los documentales más fascinantes de la última década, da el salto a la ficción basándose en un hecho excéntrico pero real.
Del autor del magistral documental “El impostor“, llega este thriller juvenil acerca de un atraco tan bizarro como desastroso (y sus consecuencias) que combina el estilo documental (entrevistas a los verdaderos protagonistas intercaladas) con la ficción dando unos resultados notables aunque no del todo pulidos (a veces dichas apariciones de los atracadores reales están introducidas de forma algo abrupta y lo que realmente consiguen es romper un poco el ritmo de la cinta). Sin embargo la idea de contar la historia en dos planos (realidad y ficción), en un enfoque totalmente metacinematográfico, hace que los personajes adquieran una mayor profundidad y un nivel de capas extra que complementa a su desarrollo.
Por otro lado, Layton presenta a los personajes a fuego lento, construye su marco desde la calma que precede a la tormenta, para ofrecer un segundo acto repleto de tensión e intriga que mantiene al espectador a lo largo de sus 2 horas de metraje. Un soplo de aire fresco dentro del subgénero con unos actores en absoluto estado de gracia, sobre todo los ascendentes Barry Keoghan y Evan Peters.
THE HOUSE THAT JACK BUILT (Lars Von Trier, 2018)
Estados Unidos, década de 1970. Jack es un psicópata. Su pasión es la violencia. Su vicio, el detallismo obsesivo. Escrupuloso y brutal, Jack va coleccionando víctimas en su refrigerador. Lars von Trier nos brinda una película que da la vuelta con ironía al relato de asesinos en serie y que ahonda en los vínculos entre arte y violencia.
Retrato de un cineasta demente y misógino proyectado en la figura de un psicópata sin escrúpulos. Filias y fobias del realizador danés se dan la mano en un film que rebosa humor negro de lo más macabra e incluye una confesión autoral explícita.
Seguimos a Jack durante un período de 12 años, descubriendo los asesinatos que marcarán su evolución como asesino en serie. No tiene reparos en matar a mujeres, niños, arrastrar a cadáveres, hacer experimentos macabros de balística, adorar la siniestra creatividad de dictadores como Adolf Hitler y comparar la descomposición de los cadáveres que acumula en su cámara con la putrefacción de la uva, la cual da pie al vino, como culminación de una obra de arte.
La historia siempre es narrada en primera persona, en el fondo Jack es Von Trier reflexionando sobre su obra y sobre cómo a través del séptimo arte puede liberar sus obesiones más prohibidas. El realizador danés nunca ha visto el reconocimiento del público ni el éxito comercial. Siempre ha hecho lo que le ha venido en gana, es un cineasta transgresor y radical desde su primer film. En estos tiempos de mojigatería y productos que no se atreven a apartarse de lo considerado políticamente correcto, “The house that Jack built” se desmarca ofreciendo un retrato ácido e incluso desternillante por momentos (gran uso del humor negro que ayuda a suavizar tan dramáticas imágenes) del día a día de un asesino en serie y con un personaje antológico encarnado brillantemente por Matt Dillon (que debería ser nominado al oscar, aunque no lo estará) cuyo extremo TOC y torpeza, generó carcajadas entre el público asistente al Auditori.
ASHER (Michael Caton-Jones, 2018)
Asher es un antiguo miembro del Mossad que se ha convertido en asesino a sueldo, viviendo de manera austera en un Brookyn en perpetua transformación. Llegando al final de su carrera y quizá de su vida, Asher rompe una promesa que hizo de joven cuando conoce a Sophie en un trabajito que se tuerce. Para convertirse en el hombre que desea ser, no le quedará más remedio que matar al hombre que fue.
Sencilla y honesta cinta de serie B indie entorno a un asesino a sueldo en el ocaso de su vida profesional, cuya sensibilidad y falta de cariño le invitan a intentar llevar una vida normal, tener una pareja estable y abrirse a los demás. Nos presentan a un hierático antihéroe (magnífico Perlman), cansado de la soledad y el constante peligro que conlleva su trabajo, que decide impartir justicia antes de retirarse en paz.
El film fue injustamente infravalorado o directamente vapuleado por cierto sector de la crítica, sin embargo bajo mi punto de vista posee un encanto especial, destaca en cómo construye a los personajes (y la relación amorosa entre ellos) con una progresión lenta, por una cuidada fotografía y una puesta en escena de Caton-Jones muy elegante y clásica.
DRAGGED ACROSS CONCRETE (S. Craig Zahler, 2018)
Dos policías, uno veterano (Gibson) y el otro más joven y volátil (Vaughn), son suspendidos cuando un vídeo de sus duras tácticas de detención de delincuentes se convierte en la noticia del día en los medios de comunicación.
Després de firmar dos de las mejores películas que ha dado el cine USA en la última década (“Bone Tomahawk” y “Brawl in cell block 99“), S. Craig Zahler regresa con un impecable noir cocinado a fuego lento, una narración pausada y voluntariamente dilatada (mítica la escena de casi 3 minutos con Vince Vaughn comiendo un hotdog en el coche mientras Mel Gibson le mira, dejando constancia de lo aburrida que puede llegar a ser una vigilancia y de la importancia del tiempo en el plano), con una presentación, construcción y desarrollo de personaje muy elaborada con el objetivo de que cuando estalle la catarsis violenta que caracteriza el último acto de sus films, el espectador empatice con ellos.
Con ecos al cine de Nicholas Ray, Samuel Fuller, Don Siegel y Michael Mann, podríamos definir a “Dragged across concrete” como una buddy movie (película de pareja de policías) dentro de una heist movie (película de atracos), en donde personaje totalmente expeditivos (recordemos que son dos agentes suspendidos por actos violentos) se sumergirán de lleno en las cloacas para averiguar de donde proviene la filtración del vídeo que les apartó del cuerpo, y reclamar venganza.
Un policíaco denso, sin concesiones a la galería, de marcado tono pulp y cuya tensión subterránea desemboca en un estallido de plomo. Con este tercer Zahler confirma que tiene las ideas muy claras del cine que quiere contar y para cada proyecto para tomar el tiempo necesario (y pueden ser perfectamente 160 minutos como es el caso) para contarnos su historia. Mención especial para la pareja protagonista (Vince Vaughn, que repite tras Brawl, y un recuperado Mel Gibson) y al resto del casting fetiche del cineasta nacido en Miami (Udo Kier y Jennifer Carpenter que en esta ocasión y a diferencia del anterior film, su aparición se podría definir como meros cameos).
THE NIGHT COME FOR US (Timo Tjahjanto, 2018)
Un antiguo sicario debe proteger a una joven mientras trata de escapar de la tríada a la que pertenecía. En su fuga, desatará una violenta batalla en las calles de Yakarta. Tras ponernos los pelos de punta en “May the Devil Take You“, Timo Tjahjanto entrega su segundo filme esta temporada: una hiperbólica cinta de acción urbana, indispensable para cualquier fan de la adrenalina.
Cinta de acción indonesia potente, directa y tremendamente violenta, superior en cuanto a coreografias a “Headshot” pero ni de lejos tan bien dirigida ni montada como la saga “The Raid” (Gareth Evans sólo hay uno). A diferencia del citado díptico, aquí apenas tenemos desarrollo de personajes y cuya presentación parece que únicamente sirve para dar pie al siguiente combate. Pero francamente, poco importa. La trama es casi lo de menos en estos productos de acción desenfrenada y dotados de una textura mugrienta y de una brutalidad y un sadismo tan gráfico que impresiona hasta al más curtido en la materia.
El antológico duelo final entre Iko Uwais y Joe Taslim puso en pie al Retiro con una sonada ovación. Un festín gore 100% festivalero que ofrece al espectador nada más y nada menos que 2 horitas de hostias como panes.
LA SOMBRA DE LA LEY (Dani De La Torre, 2018)
Año 1921. España vive un momento agitado y caótico: son los años del plomo, fruto de los violentos enfrentamientos callejeros entre matones y anarquistas. El gansterismo y los negocios ilegales están instalados en la sociedad. En esta situación de disturbios, Aníbal Uriarte es un policía enviado a Barcelona para colaborar en la detención de los culpables del robo a un tren militar. Aníbal y sus formas no encuentran mucho apoyo entre sus compañeros, y enseguida comienzan los enfrentamientos y desconfianzas con el inspector Rediú, un superior corrupto. Aníbal entrará en contacto no sólo con los bajos fondos de la sociedad barcelonesa, sino también con el mundo anarquista más radical, dispuesto a todo para conseguir sus objetivos. Allí conocerá a Sara, una joven luchadora y temperamental, cuyo encuentro tendrá consecuencias inesperadas para ambos.
“El desconocido” supuso la carta de presentación de un cineasta que domina como nadie el apartado formal y es valiente a la hora de abordar sus proyectos. Si en su opera prima apostó por el thriller al más puro estilo “Speed” regalando al espectador plano secuencia en movimiento atravesando el coche por ambos lados, en “La sombra de la ley” se adentra de lleno en el cine de gangsters, en un producto dotado de una factura intachable, cuya elaborada composición de planos (algunos de ellos son un homenaje claro a cintas como “Camino a la perdición” o “El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford“, su trabajada fotografía y una realización notable (atención a los numerosos planos secuencia giratorios o a escenas de acción tan contundentes a la par que impecables, como la del accidente automovilístico) suponen un auténtico deleite para el espectador más purista en lo que a nivel técnico se refiere.
De entre el casting de la película destaca con luz propia Ernesto Alterio en el papel de Tísico (personaje absolutamente despreciable, incluso físicamente ya produce cierto rechazo en el espectador). A Luis Tosar se le ve excesivamente contenido, no acaba de convencer del todo en su rol. Michelle Jenner como sufragista de la época, está correcta.
Quizás el mayor pecado de “La sombra de ley” es que aunque formalmente sea una virguería, lo cierto es que llega muy poco al espectador en lo que a emoción se refiere. Apenas importa lo que les pase a los personajes y el hecho de querer abarcar tantos frentes, a la postre, acaba volviéndose en su contra.
ATERRADOS (Demián Rugna, 2018)
Gente que desaparece, muertos que vuelven de sus tumbas, entes invisibles, movimientos magnéticos sin explicación alguna… todo esto está pasando en un barrio bonaerense, e incluso la policía teme intervenir. Mario Jano, la doctora Albrec y el norteamericano Rosentok serán los encargados de investigar estos fenómenos paranormales, en una película que parece surgir del arte de un James Wan argentino.
Argentina no es un país que destaque por ofrecer anualmente cine de terror de calidad. Nadie dice que no sean capaces, sólo que históricamente no suelen prodigarse en el género, salvo casos muy aislados. Con la publicidad de “película latina más terrorífica de la temporada” y habiendo visto un par de sórdidas escenas, nos sentamos en el Auditori esperando una cinta bastante terrorífica y de la vieja escuela. Aunque se agradece el esfuerzo y el tiempo invertido en ella (es algo que evidentemente se nota), no podemos decir que el visionado fuera todo lo satisfactorio que cabía esperar.
Su arranque convence y va directa al grano, sin embargo a partir de la media hora el ritmo decae de una manera fulgurante y encontramos tópicos por doquier, subtramas concluidas de forma precipitada, unos personajes estereotipados y pésimamente desarrollados (a parte de planos, el espectador jamás empatiza con ellos), situaciones ridículas que supuestamente deberían aterrorizar, una fotografía muy mejorable y lo que es peor: recurre una y otra vez al jump scare.
De lo más sobrevalorado del festival.
MANIAC (William Lustig, 1980)
Un asesino se mueve por las calles de Nueva York. Mata a mujeres brutalmente, se lleva sus cabelleras y las expone en maniquís en su asqueroso apartamento. Es su único contacto con el mundo fuera hasta que conoce a una guapa fotógrafa. Pero… ¿puede un maníaco formar simple amistad?.
Corrían los años 80. El subgénero slasher rebentaba taquillas gracias a su potente combinación de violencia y sexo. Cintas que en su día fueron tremendamente maltratadas por la crítica pero que el tiempo las ha puesto en su sitio. Evidentemente que en dicho subgénero abundan los bodrios, sobre todo algunas secuelas infumables, pero sería injusto no valorar cintas tan estimables (y reivindicables) como “Halloween” (John Carpenter, 1978) -sin duda la mejor-, “Prom night” (Paul Lynch, 1980) o la cachonda y sumamente desenfadada “Campamento Sangriento“. Sin embargo, “Maniac” más que un slasher al uso, se podría comparar con obras más bizarras y perturbadoras como “La matanza de Texas” (Tobe Hopper, 1974) -una de las fuentes de inspiración para el posterior slasher ochentero- o la obra maestra de Michael Powell “El fotógrafo del pánico” (1960).
Proveniente del sector X de la industria, donde -y bajo el seudónimo de Billy Bags- se encargaba de tareas de ayudante de dirección, Lustig dio el salto definitivo al cine con un slasher perturbador y obsceno que relataba en primera persona y con un nivel de detallismo que helaba la sangre, el día a día de Frank Zito (Joe Spinell), un maníaco vicioso y sumamente desagradable que causaba el pánico entre las mujeres de la ciudad que cometían el error de cruzarse con él en callejuelas oscuras, sucias, húmedas y sumamante sórdidas. Dicho serial killer no se contenta con asesinar, sino que se lleva consigo un trofeo (las cabelleras) que coloca cuidadosamente en los maniquís de su apartamento e incluso entabla conversaciones como si de personas (o novias imposibles) se tratase.
De repente su vida dará un giro de 180 grados cuando una bella fotógrafa (Caroline Munro) irrumpe en su aburrida cotidianidad floreciendo en él una extraña sensación de protección e incluso amor. Cabe decir que dicha relación jamás resulta creíble en la película, puesto que la personalidad de un psicópata siempre deja resquicios y pistas que alertan de alguna manera a la otra persona y aquí tenemos a un tipo sudoroso y muy raro con una joven, pulcra y esbelta dama que parece tener una nuez como cerebro.
Lustig entregó a través de lo formal una obra que analiza la psique de un personaje antisocial, obsesivo y despiadado, que necesita matar para eliminar ese dolor, ese rechazo (tanto a nivel de su madre como a nivel de nula vida amorosa), opresiva e incómoda, de la cual somos cómplices. De alguna manera al acompañar a Joseph Zito en su angustioso y visceral viaje a través del horror más absoluto, el espectador acaba sintiéndose algo culpable de todos esos crímenes (desde su propio vouyerismo y aceptación de los mismos).
Escenas como la persecución en el metro (antológica y angustiante como pocas), el primer asesinato o todo el delirante tramo final en la casa de Joseph, son historia viva del slasher más crudo y grasiento.
La copia que proyectaron en Sitges poseía una calidad asombrosa. Es la restaurada en 4K partir del negativo original en 16mm. El propio Lustig vino a Sitges para presentarla.
ZOMBI 2 (NUEVA YORK BAJO EL TERROR DE LOS ZOMBIES) (Lucio Fulci, 1979)
La película que inauguró el ciclo de terror dentro de la extensa y variada filmografía de Lucio Fulci, elevando al romano al Olimpo del género, es un festival zombi de gore al límite e instantes inolvidables (la pelea entre un tiburón y un muerto viviente, el plano detalle de un ojo reventado por una astilla), cuya putrefacción lucirá en toda su gloria en esta nueva copia restaurada en 4K.
A Nueva York llega un barco sin rumbo, cuando llega la policía descubren que en el interior del barco se alberga un zombie de tendencias antropofágicas. A partir de ese momento la hija del dueño del barco, con la ayuda de un periodista, buscará a su padre que se encuentra en una isla plagada de seres sedientos de carne.
Esta especie de secuela fake de la cinta de Romero se erige como una de las clave del fantástico italiano, cambiando por primera vez el término muerto viviente por zombie y ofreciendo al espectador un surtido de visceras, pintxos de órbitas oculares y demás casquería variada. Exploitation pura y dura, que a pesar de tener un “guión” demencial y unos personajes más planos y con menos coeficiente intelectual que un pug, tenía la personalidad suficiente como tener un sello personal e incluso transgresor que la diferenció de la marabunta de impersonales exploits zombies que se hicieron durante aquella época.
Para el recuerda el duelo entre el zombie y el tiburón con una chica haciendo top-less por ahí, el ojo atravesado por una astilla (sigue doliendo al verlo) y la escena del cementerio.
A modo de anécdota comentar que esta película en España se la conoce bajo el título de “Nueva York bajo el terror de los zombies“, cuando la ciudad del Empire State apenas aparece unos minutos al principio y tiene cero trascendencia en la trama.
BAD TIMES AT EL ROYALE (Drew Goddard, 2018)
Siete desconocidos, cada uno con un secreto, se reúnen en el hotel El Royale, en el lago Tahoe, un sitio ruinoso con un oscuro pasado. En el transcurso de una fatídica noche, todos tendrán una última oportunidad de redención antes de que todo se vaya al infierno.
La ópera prima de Drew Goddard, “La cabaña en el bosque” (2011), logró rápidamente alcanzar el estatus de culto gracias a su ingeniosa forma de rendir tributo a los clichés del género de terror, concretamente del slasher, dando una salvaje vuelta de tuerca metanarrativa que a muchos nos fascinó en su día y nos sigue entusiasmando. Siete años después presenta “Bad times at El Royale“, un film que podría parecer una especie de revisón de “Diez negritos” o la reivindicable “Identidad” (del hoy mucho más reconocido James Magnold), pero nada más lejos de la realidad. Sin renunciar al estilo tan personal de su cineasta, la película se acerca más al terreno de los Coen o Tarantino (pero a nivel de diálogos sin jugar en su liga) que no al género de terror más puro, dilatando sin justificación alguna una historia que no daba para ¡141 minutos!.
Una pena porque en la primera mitad del film, Goddard sí sabe mantener la tensión y el suspense, en parte gracias a un peculiar hotel en medio de la nada y situada entre los estados de Nevada y California, cuyas rarezas y perturbadores secretos consiguen fascinar al espectador ávido de emociones crípticas. Luego se limita a mantenerla.
A nivel formal la película está a un alto nivel destacando una gran composición de planos (algunos encuadres son magníficos) y una dirección de fotografía top sobre todo en escenas nocturnas con lluvia, en las que destaca el contraste que se crea con las numerosas luces de neón de la entrada del hotel). Estupendos Jeff Bridges, Dakota Johnson y Jon Hamm. Sin embargo el personaje de Chris Hemsworth (SPOILER como líder de la secta FIN SPOILER) sigue sin convencerme del todo.
Y hasta aquí la crónica de la edición 2018 del Festival Internacional de cinema fantàstic de Catalunya.
No quiero despedirme sin saludar a amig@s que en algún momento compartimos sesión, saludos, palabras en los pasillos o charlas a lo largo de las 10 jornadas que estuve en el maravilloso pueblo de Sitges: Marcos Curto (Bloodstab), José Alarcón (Séptimo Escenario), Sonia Barroso (Facesonthebox), Lluís Alba, Aureli Del Pozo (y a su pareja Deborah), Fer Zaragoza (Cinezin), David Ribet (Amazing Movies / Reel One), Santi Serrano (Young), etc…
¡Hasta el próximo año con más y mejor fantástico!.