Si hablamos de cine tailandés, seguramente los primeros nombres que nos vengan a la cabeza sean Pen-Ek Ratanaruang, Apichatpong Weerasethakul o los hermanos Pang, figuras reconocidas dentro del circuito festivalero más selecto. Sin embargo, no menos importante es su prolífica elaboración de cintas de artes marciales que a base de calidad se han ganado a pulso un lugar destacado dentro del cine de acción marcial contemporáneo.
Podríamos decir que desde la estimable “Ong Bak” (2003), el cine tailandés de artes marciales se puso de moda, consiguiendo estreno a nivel internacional para muchas de estas producciones protagonizadas en su mayoría por el incombustible Tony Jaa, que se ha convertido para muchos en el sucesor natural de Bruce Lee, o si se quiere, en la respuesta tailandesa a Jackie Chan. El dúo Prachya Pinkaew (director) y Tony Jaa (actor) ha dado frutos realmente interesantes, siendo los responsables de este resurgimiento que aúna unas coreografías imposibles y un espectáculo visual de primer orden. Evidentemente, no estamos ante películas ejemplares en cuanto a argumento o guión, o films que busquen algo más que el puro entretenimiento (ya que son más bien vacuas), pero eso no quita que destaquen en labores de realización, planificación y composición de planos.
El realizador y productor francés Luc Besson apadrinó para Europa algunas de estas cintas, remontándolas, quitandoles metraje y cambiando la soundtrack de la película original por otra más occidentalizada (pasando del techno-thai al hip-hop (sic)) con un resultado verdaderamente insultante. Suerte que podemos acceder a las versiones originales vía internet ya que la edición en dvd que lanzó Manga Films poseía el montaje internacional, no el asiático. En USA, la extinta Miramax con los Weinstein a la cabeza, también remontó y “adaptó” mucho cine asiático a su antojo sin la supervisión de los realizadores.
A continuación podéis ver un excelente plano secuencia de “Thai Dragon” que demuestra que en el cine de artes marciales también hay lugar para el autor. Una escena memorable y muy deudora de los videojuegos beat’em up.