Drama | Escenas

Escenas: “La última noche (25th hour)” (2002) (II)

Después de haber sido condenado a siete años por tráfico de drogas, a Monty Brogan le quedan sólo 24 horas de libertad antes de ingresar en prisión. Después de haber sido el rey de Manhattan, está a punto de decir adiós a las luces de los flashes, a sus sueños de grandeza y al disparatado tren de vida que lo alejó de quienes lo querían de verdad.

En estas últimas horas de libertad intenta recuperar la relación con su padre (Brian Cox) y con sus dos mejores amigos de juventud: Jacob (Philip Seymour Hoffman), un tímido profesor, y Slaughtery (Barry Pepper), un brillante broker de Wall Street. Y también con su novia Naturelle (Rosario Dawson), aunque podría ser la persona que lo delató a la policía.

Tras destacar en su día el brillante monólogo de Edward Norton dentro del apartado de escenas de este blog, repetimos película con otra secuencia magnífica de “La última noche (25th hour)“. En esta ocasión, hemos optado por los poderosos títulos de crédito que abren el film, cuya finalidad radica en rendir homenaje a la ciudad de Nueva York y a las víctimas del 11S.

Las bellas vistas nocturnas de la urbe con los focos situados en la zona cero simulando las torres gemelas, unido a la emotiva partitura in crescendo de Terence Blanchard, consiguieron ponernos los pelos de punta a aquellos que disfrutamos de esta joya de Spike Lee en el cine. Imágenes y música que representan y simbolizan injusticia, rabia, pesar, pero también esperanza gracias a esas conmemorativas luces que emergen del dolor más profundo.

Resulta complejo destacar una sola escena de tan magna (como injustamente olvidada) película. Sólo por la conversación entre Barry Pepper y Philip Seymour Hoffman delante de la zona cero, esas actuaciones tan convincentes, el citado monólogo maestro lleno de ira a cargo de Edward Norton, el trágico desenlace de la fiesta de despedida o el inmenso final, ya merece ser vista. Sin más os dejo con los créditos iniciales:

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Xavi Darko

Hastiado de los klingons y trolls que proliferaban en mi escuela secundaria, acabé mudándome a Tatooine, un lugar libre de trekkies en donde a pesar de los cansinos Tusken, abundaba el buen tiempo, el mercadeo y las carreras de vainas. La paz y la tranquilidad reinaban hasta que un buen día quedaron quebrantadas por la irrupción de un tipo peculiar cuyo perfil se ajustaba al de los tifosi radicales del AC Milan. Se hacía llamar Darth Maul y entre hostia y hostia me rebeló que era mi padre. Como buen desertor sith, decidí migrar a un planeta verde y fértil llamado Endor del cual fui posteriormente desterrado debido al incendio masivo de cabañas de unos cada día más insoportables ewoks. Sin ganas de más mamoneo intergaláctico, decidí volver al mundo real y escribir sobre cine, tanto del que adoro como del que aborrezco. Cuando me jubile espero vivir en Hill Valley y escribir críticas positivas de las cintas de Uwe Boll.

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