En la mansión del millonario Benjamin Ballon (George Sanders) se comete un crimen. La criada María Gambrelli (Elke Sommer) es acusada de haber matado a su novio. No obstante, el inspector Clouseau (Peter Sellers) cree en su inocencia. Tiene una razón de peso: Es demasiado guapa para haber matado a nadie. Esto se complica porque se va sucediendo una serie de crímenes y siempre María Gambrelli aparece con el arma homicida en sus manos. El jefe de Clouseau, Dreyfus (Herbert Lom) enloquece tanto con los argumentos del inspector, que coloca una bomba en su coche, matando a los involucrados en los diversos crímenes.
Resulta innegable afirmar que la saga de “La pantera rosa” con el inspector Clouseau a la cabeza, se ha convertido en un icono de la comedia cinematográfica del pasado siglo. La exquisita música de Henry Mancini, los desternillantes dibujos animados emitidos por televisión, el buen hacer de un realizador tan infravalorado como Blake Edwards y por descontado la caracterización del siempre camaleónico Peter Sellers (él es la película), convierten al proyecto en un clásico de la comedia absurda que siempre perdurará en el imaginario popular (evidentemente excluyo las olvidables nuevas versiones con Steve Martin y Jean Reno).
“El nuevo caso del inspector Clouseau” (A shot in the dark, 1964) no sólo supera a la primera y famosa entrega protagonizada por David Niven y Claudia Cardinale (o al menos es la mejor secuela con diferencia) sino que además nos regala planos tan majestuosos como este. Un plano secuencia inicial -al ritmo del tema Shadows of Paris– que no necesita de diálogos ni de cortes para narrar en imágenes un asesinato (en off) al más puro estilo Cluedo y que goza de una planificación, composición y sincronización perfectas. Una escena que demuestra una vez más la maestría tras las cámaras de Blake Edwards.