Nueva York, año 1961. Llewyn Davis (Oscar Isaac) es un joven cantante de folk que vive de mala manera en el Greenwich Village. Con su guitarra a cuestas, sin casa fija y sin apenas dinero durante un gélido invierno, Llewyn lucha por ganarse la vida como músico. Sobrevive cantando en pequeños garitos a cambio de la voluntad del público y, sobre todo, gracias a la ayuda de unos pocos amigos que le prestan su sofá para pasar las frías noches. De los cafés del Village Llewyn decide viajar a Chicago buscando la oportunidad de hacer una prueba para el magnate de la música Bud Grossman.
Un retrato áspero, incómodo y nada complaciente sobre el autor fracasado. Un largo camino lleno de portazos, penurias, desencuentros, lágrimas invisibles y decepciones. Una de esas películas únicas que rezuman humanidad por los cuatro costados (impecable cómo está construido el personaje interpretado por Oscar Isaac) y confirman una vez más a los hermanos Coen como dos cineastas (y guionistas) clave de nuestro tiempo. Una de las muchas cosas destacables del film es el uso tan particular que se hace la -justificada- fotografía (obra del gran Bruno Delbonnel) con ese aire voluntariamente melancólico, existencialista y onírico (él deambula cíclicamente en su vida como si de un fantasma se tratara). Será ninguneada por los oscar pero perdurará en nuestra memoria.
De la película destacaría dos escenas especialmente brillantes. La primera es cuando al fin Llewyn Davis llega al Gate of Horn de Chicago para intentar conseguir trabajo y poder tocar en su escenario. Allí se encuentra a un Bud Grossman (F. Murray Abraham) de lo más prepotente y cabrón, que recuerda al mismísimo Salieri de “Amadeus”. Mediante una pequeña audición de un tema de su disco “Inside Llewyn Davis”, el citado cantautor deberá convencer de su valía musical para ser un fijo en la programación del local. Como es costumbre en la vida de este autor maldito, no consigue su objetivo y deberá seguir con su (recurrente) viaje hacia un sueño que cada vez parece más inalcanzable. Por mucha desesperación e infortunio, Llewyn sigue creyendo en su talento, en su lucha diaria por conseguir tener una vida digna como artista y eso es encomiable. La segunda sería el encuentro entre Llewyn y su padre -que se encuentra internado- y esa conexión emocional que se crea entre ambos mediante la música.
Os dejo con la primera de las escenas en HD y VOSE. Cine de verdad.