A sus 15 años, Adèle (Adèle Exarchopoulos) no tiene dudas de que una chica debe salir con chicos. Pero poco a poco empezarán a surgirle cuestiones acerca de su propia sexualidad. Así que cuando una noche conoce y se enamora sin esperarlo de Emma (Léa Seydoux), una joven con el pelo azul, sus sentimientos y su identidad se volverán confusos, y su atracción por una mujer, que comienza a descubrirle el deseo y el camino a la madurez, someterá a Adèle a una serie de juicios por parte de familiares y amigos. Adaptación de la novela gráfica “El azul es un color pálido”, de Julie Maroh.
“La vida de Adèle” es una radiografía exhaustiva de todos los estados posibles de un sentimiento. Desde la vitalidad inicial hasta la desesperación por un desamor destructivo. Un camino que el cineasta de origen tunecino Abdellatif Kechiche narra siempre de cara, sin artificios y desde la honestidad. Además, apuesta acertadamente por situar la cámara pegada a los personajes (en modo opresivo), haciendo un uso siempre justificado de los primeros planos ya que se trata de una historia extremadamente íntima, sentida y descarnada. Las escenas de sexo son muy explícitas y quizás algún que otro espectador no las tolere bien, pero bajo mi humilde punto de vista, para nada resultan gratuitas ni en duración ni en contenido. Son esenciales para plasmar en imágenes la pasión adolescente y visceral de las dos protagonistas y a la vez funcionan como vehículo para que el espectador entienda el vínculo (su particular simbiosis carnal) y se identifique posteriormente con ellas y la relación que las une.
Es cierto que hay momentos en donde la duración se dilata en exceso y que podría haberse recortado (por ejemplo, algunas escenas del colegio o las conversaciones en la fiesta de cumpleaños del personaje de Léa Seydoux), pero en cambio otros requieren de ese tiempo para ganar en peso dramático. En el fondo, la película es un gran dramón, pero el director es muy hábil evitando todo tremendismo y/o manipulación emocional. “La vida de Adèle” es cine directo, auténtico, crudo y sin florituras. Es desnudez dramática en estado puro. Las actuaciones de Léa Seydoux (aportando madurez) y sobre todo una Adèle Exarchopoulos impresionante (cuyo personaje va desde el despertar sexual hasta el vacío existencial pasando por el autodescubrimiento) son de esas que merecen ser recordadas durante mucho tiempo.
Hay infinidad de escenas a destacar de la película: El primer flechazo (basta un intercambio de miradas para despertar una mezcla entre curiosidad y deseo), el plano secuencia abandonando el colegio (su primer desencuentro con el amor), la ruptura (dos actrices en estado de gracia), la importancia del banco (lugar donde Adèle deja a su novio, conoce a Emma y, acurrucada, revive el pasado con nostalgia), el primer plano en la playa con ese juego de colores azulados en su pelo, el reencuentro en el bar (una escena verdaderamente brillante) o ese final desgarrador en donde el fantasma de Adèle abandona definitivamente su cruzada por recuperar aquello que más ama.
Desde aquí también recomiendo encarecidamente el cómic de Julie Maroh en el que se basa la película, “El azul es un color pálido”, editado en España por Dibbuks. Son 160 páginas pero se leen del tirón. Está realmente bien, tanto a nivel de dibujo (atención al uso selectivo que hace del color azul) como de trama. Sin embargo creo que la historia es algo más tremendista y menos madura que la de la película. Hay bastantes cambios si comparamos ambas obras (cabe decir que sale ganando el film), pero la esencia es la misma. El cómic a la vez demuestra una vez más el extraordinario uso de la elipsis que hay en la cinta de Kechiche.
Os dejo con 86 capturas ampliables en calidad 1080p (máster Criterion) de una de esas películas que siguen creciendo y creciendo en la mente del espectador una vez vista. Y eso es es algo que muy pocas consiguen. La calidad de imagen es estupenda (con un bitrate de 28736 kbps) y la pista francesa en DTS-HD Master Audio 5.1 (3924 kbps) cumple. Espero que las disfrutéis.
Hastiado de los klingons y trolls que proliferaban en mi escuela secundaria, acabé mudándome a Tatooine, un lugar libre de trekkies en donde a pesar de los cansinos Tusken, abundaba el buen tiempo, el mercadeo y las carreras de vainas. La paz y la tranquilidad reinaban hasta que un buen día quedaron quebrantadas por la irrupción de un tipo peculiar cuyo perfil se ajustaba al de los tifosi radicales del AC Milan. Se hacía llamar Darth Maul y entre hostia y hostia me rebeló que era mi padre. Como buen desertor sith, decidí migrar a un planeta verde y fértil llamado Endor del cual fui posteriormente desterrado debido al incendio masivo de cabañas de unos cada día más insoportables ewoks. Sin ganas de más mamoneo intergaláctico, decidí volver al mundo real y escribir sobre cine, tanto del que adoro como del que aborrezco. Cuando me jubile espero vivir en Hill Valley y escribir críticas positivas de las cintas de Uwe Boll.
Soy lesbiana y ver esta película me ha producido un profundo asco y rechazo de ver cómo un cabrón morboso nos reduce tristemente a lo mismo de siempre: ninguna profundidad, ningún guion brillante, ninguna trama ni problemática trascendente…. nada más que 15 minutos de sexo salvaje para dar morbo y ganarse a la crítica masculina, y vender una película que no es más que pornografía fácil y gratuita disfrazada de la historia de amor más increíble jamás contada. De haber sido dos hombres los protagonistas (o un hombre y una mujer), el director jamás se habría recreado así en una escena sexual entre ellos y la película no habría sido tan brillante para los críticos. Esta peli no ofrece nada más que el morbo de la homosexualidad femenina y, sobre todo, las imágenes explícitas que lo corroboran. Si la pareja hubiera sido heterosexual y si el sexo realista hubiera sido tratado de manera más sutil, de esta
película ni se habla. Y mucho menos se la premia. Pero claro, a los críticos heterosexuales les ha gustado mucho y por eso ganó Cannes. Qué asco y qué pena.
Las propias lesbianas somos tan críticas con esta película precisamente porque nos vemos reducidas a una fantasía absurda de un hombre heterosexual, posturas ridículas y una actitud como de “vosotras tocaos hasta la extenuación que yo filmo”. Teniendo una historia tan maravillosa como la que tenía, con un temazo a desarrollar, un punto de partida estupendo en la obra original para trabajarlo y unas actrices entregadas y convincentes para darle vida, Kechiche ha malgastado sus 180 minutos de película en tijeras y cunnilingus. A “La Vida de Adèle” le falta verdad y le sobran erecciones. En su cómic, Julie Maroh quiere dar visibilidad a las dificultades con las que se encuentra un adolescente durante el proceso de aceptación de su diversidad sexual, además de presentar una historia de amor excelente, bien cuidada, respetuosa, estética. Pero la prioridad de Abdellatif Kechiche ha sido ejercer de dictador. Él quería sostener la lupa como un voyeur dándose el lujo de exigir todas sus fantasías desde el lugar más privilegiado. No nos extrañe pues que Maroh haya denominado a esta película “pornografía para mentes masculinas”.
Conste que en ningún momento se discute sobre no mostrar sexo en la película, de hecho es necesario y está justificado que se muestre, pero no ASÍ. El problema no es con el sexo explícito siempre que esté justificado y bien presentado, como por ejemplo sucede en el cómic. El problema es cuando se ha decidido mostrar una escena sexual larguísima con el único propósito de crear morbo gratuito y polémica. Podía haber sido una escena de sexo rodada con respeto, buen gusto, erotismo y sensibilidad y no quedarse en el puro morbo de un director tiránico que parece regodearse en las tijeras y el cunnilingus mientras filma para después querer tomar al espectador por tonto, hacerse el ingenuo y pretender venderlo como otra cosa. Eso es lo indignante. Más que una relación sincera y realista entre dos mujeres parece una fantasía pornográfica bastante tópica (e incluso ridícula por determinadas posturas) de un hombre heterosexual y obsesivo. Por ejemplo, una película como Nymphomaniac es bastante más honesta que ésta en cuanto a propósitos y objetivos, ya que no miente al presentarse a sí misma: “FORGET LOVE” es su frase de presentación y en ningún momento reniega de sus escenas pornográficas o de sexo explícito. Pero Kechiche hace todo lo contrario, muy hipócritamente: rueda escenas claramente pornográficas y de bastante mal gusto y nos las quiere hacer tragar no sólo como necesarias sino como demostración de la pasión más auténtica. Pues por eso yo no paso, lo siento mucho, no quiero que se me tome por idiota. Lo que ha rodado este hombre es porno, se ha recreado en él y en las actrices y ha querido hacerlo así para llenar más salas, crear más audiencia y alimentar más morbo (sobre todo el masculino). En el cómic las escenas de sexo no tienen nada que ver. Son explícitas, sí, pero no se recrean injustificadamente ni ofrecen morbo gratuito no resultan tópicas o insultantes. Son naturales, sugerentes y estéticas. En la película no veo más que tetas bamboleantes y posturas ridículas propias de un vídeo de Youporn.
Así que no nos hagamos los suecos. Si Kechiche hubiera dirigido “Brokeback Mountain” (o una película protagonizada por dos chicos en lugar de dos chicas), ni de coña nos habría deleitado con 10 “súper necesarios y súper justificados” minutos de “bellísimo” sexo anal, ni los críticos la habrían considerado tan brillante. Dejémonos de querer hacer comulgar con ruedas de molino, que todos sabemos por qué ha sido tan alabada y premiada, y no precisamente por su “impresionante” fotografía ni su “profundísimo” guión. Pura hipocresía al servicio del morbo gratuito.
Respeto tu opinión y reflexiones acerca del film pero no creo que sea una cinta acerca del lesbianismo o cualquier otro tipo de homosexualidad. Como tampoco creo que “Brokeback mountain” trate exclusivamente del mundo gay. El amor narrado en “La vida de Adèle” no está ceñido a etiquetas o clasificaciones. Como Marcel Proust (el cual ya decía “el deseo nos fuerza a amar lo que nos hará sufrir”), que mostraba la homosexualidad desde un prisma ajeno al narrador para de ese modo poder hablar de ella de manera más veraz y auténtica, el cineasta de origen tunecino aborda el lesbianismo desde la más absoluta naturalidad (de ahí la apuesta por una coherente fotografía 100% naturalista y por momentos repletos de improvisación). En otras palabras, pretende asemejar dicho mundo al estudiantil, artístico o familiar, otorgándole cotidianidad. Se le pueden poner los adjetivos negativos que quieras, pero es innegable que se trata de una propuesta honesta con el espectador.
Es cierto que el cómic de Maroh está realmente bien, tanto a nivel de utilización de los colores como de historia, pero ni mucho menos es perfecto. Estoy de acuerdo en que esa crisis adolescente entorno a la identidad sexual está bien conseguida (entiendo que debe ser algo así) pero en conjunto resulta mucho más tremendista y tópico que la obra de Kechiche. El film, al abarcar ésta (desde su punto de vista) y otras historias añadidas (como la del colegio, derivada de un proyecto anterior del realizador) gana en ambición y madurez.
Los críticos y el público (al menos en su mayoría) no valoran ni ensalzan una película porque sus escenas de cama sean más o menos explícitas independientemente de si es entre dos mujeres, dos hombres o mujer y hombre. Eso es una auténtica chorrada. En el cine hay dos elementos clave: la intensidad y el tiempo. La intensidad unida a la fisicidad puede ayudar a describir un sentimiento desde un punto de vista visceral, apasionado en extremo. El tiempo es esencial a la hora de otorgar trascendencia a una escena. No hay que confundir morbo/recreación con un momento que requiere de un determinado peso dramático.
Quizás el único pero de esta película sea la excesiva duración, perfectamente recortable en ciertos puntos del metraje.
Soy lesbiana y ver esta película me ha producido un profundo asco y rechazo de ver cómo un cabrón morboso nos reduce tristemente a lo mismo de siempre: ninguna profundidad, ningún guion brillante, ninguna trama ni problemática trascendente…. nada más que 15 minutos de sexo salvaje para dar morbo y ganarse a la crítica masculina, y vender una película que no es más que pornografía fácil y gratuita disfrazada de la historia de amor más increíble jamás contada. De haber sido dos hombres los protagonistas (o un hombre y una mujer), el director jamás se habría recreado así en una escena sexual entre ellos y la película no habría sido tan brillante para los críticos. Esta peli no ofrece nada más que el morbo de la homosexualidad femenina y, sobre todo, las imágenes explícitas que lo corroboran. Si la pareja hubiera sido heterosexual y si el sexo realista hubiera sido tratado de manera más sutil, de esta
película ni se habla. Y mucho menos se la premia. Pero claro, a los críticos heterosexuales les ha gustado mucho y por eso ganó Cannes. Qué asco y qué pena.
Las propias lesbianas somos tan críticas con esta película precisamente porque nos vemos reducidas a una fantasía absurda de un hombre heterosexual, posturas ridículas y una actitud como de “vosotras tocaos hasta la extenuación que yo filmo”. Teniendo una historia tan maravillosa como la que tenía, con un temazo a desarrollar, un punto de partida estupendo en la obra original para trabajarlo y unas actrices entregadas y convincentes para darle vida, Kechiche ha malgastado sus 180 minutos de película en tijeras y cunnilingus. A “La Vida de Adèle” le falta verdad y le sobran erecciones. En su cómic, Julie Maroh quiere dar visibilidad a las dificultades con las que se encuentra un adolescente durante el proceso de aceptación de su diversidad sexual, además de presentar una historia de amor excelente, bien cuidada, respetuosa, estética. Pero la prioridad de Abdellatif Kechiche ha sido ejercer de dictador. Él quería sostener la lupa como un voyeur dándose el lujo de exigir todas sus fantasías desde el lugar más privilegiado. No nos extrañe pues que Maroh haya denominado a esta película “pornografía para mentes masculinas”.
Conste que en ningún momento se discute sobre no mostrar sexo en la película, de hecho es necesario y está justificado que se muestre, pero no ASÍ. El problema no es con el sexo explícito siempre que esté justificado y bien presentado, como por ejemplo sucede en el cómic. El problema es cuando se ha decidido mostrar una escena sexual larguísima con el único propósito de crear morbo gratuito y polémica. Podía haber sido una escena de sexo rodada con respeto, buen gusto, erotismo y sensibilidad y no quedarse en el puro morbo de un director tiránico que parece regodearse en las tijeras y el cunnilingus mientras filma para después querer tomar al espectador por tonto, hacerse el ingenuo y pretender venderlo como otra cosa. Eso es lo indignante. Más que una relación sincera y realista entre dos mujeres parece una fantasía pornográfica bastante tópica (e incluso ridícula por determinadas posturas) de un hombre heterosexual y obsesivo. Por ejemplo, una película como Nymphomaniac es bastante más honesta que ésta en cuanto a propósitos y objetivos, ya que no miente al presentarse a sí misma: “FORGET LOVE” es su frase de presentación y en ningún momento reniega de sus escenas pornográficas o de sexo explícito. Pero Kechiche hace todo lo contrario, muy hipócritamente: rueda escenas claramente pornográficas y de bastante mal gusto y nos las quiere hacer tragar no sólo como necesarias sino como demostración de la pasión más auténtica. Pues por eso yo no paso, lo siento mucho, no quiero que se me tome por idiota. Lo que ha rodado este hombre es porno, se ha recreado en él y en las actrices y ha querido hacerlo así para llenar más salas, crear más audiencia y alimentar más morbo (sobre todo el masculino). En el cómic las escenas de sexo no tienen nada que ver. Son explícitas, sí, pero no se recrean injustificadamente ni ofrecen morbo gratuito no resultan tópicas o insultantes. Son naturales, sugerentes y estéticas. En la película no veo más que tetas bamboleantes y posturas ridículas propias de un vídeo de Youporn.
Así que no nos hagamos los suecos. Si Kechiche hubiera dirigido “Brokeback Mountain” (o una película protagonizada por dos chicos en lugar de dos chicas), ni de coña nos habría deleitado con 10 “súper necesarios y súper justificados” minutos de “bellísimo” sexo anal, ni los críticos la habrían considerado tan brillante. Dejémonos de querer hacer comulgar con ruedas de molino, que todos sabemos por qué ha sido tan alabada y premiada, y no precisamente por su “impresionante” fotografía ni su “profundísimo” guión. Pura hipocresía al servicio del morbo gratuito.
Hola,
Respeto tu opinión y reflexiones acerca del film pero no creo que sea una cinta acerca del lesbianismo o cualquier otro tipo de homosexualidad. Como tampoco creo que “Brokeback mountain” trate exclusivamente del mundo gay. El amor narrado en “La vida de Adèle” no está ceñido a etiquetas o clasificaciones. Como Marcel Proust (el cual ya decía “el deseo nos fuerza a amar lo que nos hará sufrir”), que mostraba la homosexualidad desde un prisma ajeno al narrador para de ese modo poder hablar de ella de manera más veraz y auténtica, el cineasta de origen tunecino aborda el lesbianismo desde la más absoluta naturalidad (de ahí la apuesta por una coherente fotografía 100% naturalista y por momentos repletos de improvisación). En otras palabras, pretende asemejar dicho mundo al estudiantil, artístico o familiar, otorgándole cotidianidad. Se le pueden poner los adjetivos negativos que quieras, pero es innegable que se trata de una propuesta honesta con el espectador.
Es cierto que el cómic de Maroh está realmente bien, tanto a nivel de utilización de los colores como de historia, pero ni mucho menos es perfecto. Estoy de acuerdo en que esa crisis adolescente entorno a la identidad sexual está bien conseguida (entiendo que debe ser algo así) pero en conjunto resulta mucho más tremendista y tópico que la obra de Kechiche. El film, al abarcar ésta (desde su punto de vista) y otras historias añadidas (como la del colegio, derivada de un proyecto anterior del realizador) gana en ambición y madurez.
Los críticos y el público (al menos en su mayoría) no valoran ni ensalzan una película porque sus escenas de cama sean más o menos explícitas independientemente de si es entre dos mujeres, dos hombres o mujer y hombre. Eso es una auténtica chorrada. En el cine hay dos elementos clave: la intensidad y el tiempo. La intensidad unida a la fisicidad puede ayudar a describir un sentimiento desde un punto de vista visceral, apasionado en extremo. El tiempo es esencial a la hora de otorgar trascendencia a una escena. No hay que confundir morbo/recreación con un momento que requiere de un determinado peso dramático.
Quizás el único pero de esta película sea la excesiva duración, perfectamente recortable en ciertos puntos del metraje.
Saludos!!