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Crítica: “El origen de los guardianes” (P. Ramsey, 2012)

¿Qué pasaría si en las historias de Santa Claus (Alec Baldwin), el Conejo de Pascua (Hugh Jackman), el Hada de los Dientes (Isla Fisher) y Sandy, el hombre de arena, hubiera más cosas de las que nos podíamos imaginar? ¿Qué ocurriría si esos benévolos repartidores de regalos, huevos, dinero y sueños fueran mucho más de lo que parecen?.

Inmortales, fuertes y veloces, estos héroes de la infancia se enfrentan a la misión de proteger la inocencia y la imaginación de los niños de todas las edades aprovechando al máximo sus poderes. Cuando se presenta una amenaza con un plan para borrar a los Guardianes de la existencia robándoles a los niños sus esperanzas y sus sueños, estos entrañables guerreros defensores necesitan la ayuda de Jack Frost (Chris Pine), un nuevo y reticente compañero que preferiría pasar un buen día en la nieve a salvar el mundo.

Desde las simas más profundas del Polo Norte a los tejados de Shanghai, pasando por una aldea en Nueva Inglaterra, los Guardianes se enzarzan en una batalla épica contra el perverso Sombra (Jude Law), cuyas maquinaciones para conquistar el mundo -sembrando el miedo allá por donde va- solamente pueden ser derrotadas por el poder de la fe y la magia de los Guardianes.

Allá por el año 94, Steven Spielberg, Jeffrey Katzenberg y David Geffen fundaron Dreamworks, una compañía que nacía con el objetivo de ser un espacio en el que la gente más talentosa de Hollywood pudiera conservar el control comercial y creativo de sus obras. La sección de animación dentro de la productora (antigua PDI, ahora Dreamworks Animation) poco a poco fue abriéndose camino hasta conseguir plantar cara -aunque lejos de sus resultados- a la todopoderosa Pixar (Disney). Sus inicios con títulos en 2D como “El príncipe de Egipto” (una de las últimas maravillas de la animación tradicional con un score de Hans Zimmer inolvidable) o “Antz” -que aunque no haga sombra a “Bichos” está bastante bien- fueron verdaderamente prometedores.

Posteriormente llegaron la estupenda “Chicken Run: Evasión en la granja” (cinta stop-motion realizada en colaboración con Aardman) y dos de sus sagas más representativas: la cuatrilogía “Shrek” de la cual sólo salvaría la primera y si me apuran la segunda, y la trilogía “Madagascar” que no ha hecho más que crecer en calidad y dinanismo en cada nueva entrega; todo ello combinado con otros proyectos fallidos y claramente menores como “Spirit“, “Sinbad: La leyenda de los siete mares” o “La ruta hacia el Dorado“. Y es que a diferencia de Pixar, Dreamworks Animation no se caracteriza por ser un estudio que ofrezca una calidad regular en sus productos. Aunque cabe decir que en los últimos años han mejorado en ese aspecto gracias a obras tan interesantes como “Megamind“, la reivindicable “Monstruos contra Aliens” o “Como entrenar a tu dragón“; sin duda la mejor película que tienen con diferencia.

He aquí la fábrica de ilusiones de Santa y cia

El origen de los guardianes” podría situarse dentro de los proyectos irregulares aunque no desdeñables de la factoría. Pues aunque la película visualmente es maravillosa (atención al diseño de personajes y a los escenarios) carece de algo esencial en este tipo de productos: alma. Mientras la plantilla de Pixar demuestra película tras película que detrás de esos maestros de la animación se esconden brillantes cineastas, en Dreamworks salvo alguna excepción, no acaban de encontrar el equilibrio entre emoción e inteligencia. Sus productos o resultan muy infatiles (caso de “Kung fu Panda“) o en extremo fríos (como el film que comento en estas líneas). Y eso es justamente lo que se echa en falta cuando uno ve “El origen de los guardianes“. Una mayor empatía, una mayor identificación con los personajes y las situaciones que se describen, una mayor emotividad sin caer en la excesiva manipulación. Por desgracia sólo lo consigue en parte quedando muy lejos de “Como entrenar a tu dragón“, un film que justamente funcionaba por la entrañable relación entre el chico y el dragón. Aunque cabe decir que la compañía del niño pescador poco a poco ofrece productos mucho mejor paridos y más interesantes.

Dejando de lado todo el tema emocional, la película es sin duda una de las más oscuras y adultas que ha ofrecido Dreamworks Animation en toda su historia (recordemos que no es apta para todos los públicos). En la construcción de los personajes, en la trama fantástica y en el diseño de los escenarios se nota que Guillermo Del Toro anda detrás en la producción y que Roger Deakins ha sido consultor visual del proyecto (la fotografía del film es estupenda). Si a eso le unimos el aclamado compositor francés Alexandre Desplat para la banda sonora, obtenemos un resultado artístico verdaderamente interesante.

Basada en la serie de libros de William Joyce “The Guardians of Childhood” (Los Guardianes de la Infancia), la película refleja de forma bastante tenebrista dos mundos que se retroalimentan: el fantástico y el real. El primero se nutre de la fe infantil mientras que el segundo ve como sus sueños se hacen realidad gracias a las criaturas fantásticas que habitan más allá de su imaginación. Dentro de la cultura popular americana los personajes que se dan cita en el film son archifamosos; sin embargo en España, salvo Santa Claus, no resultan tan conocidos para una gran mayoría aunque evidentemente nos sonarán ya sea por el cine o la literatura. El equipo de los guardianes está formado por Santa claus, el guardián de los sueños (Sandman), el hada de los dientes (en Europa sería el Ratoncito Pérez), Jack Frost (al cual me niego a llamar Jack Escarcha) y el conejo de pascua. Cada uno dispone de habilidades dispares que van desde el kárate, la esgrima, la magia o el hielo y son presentados como una suerte de superhéroes, algo así como una versión infantil de “Los vengadores“. Un grupo de elegidos que ante una amenaza protegerán la inocencia y la ilusión de los más pequeños.

Norte (A. Baldwin) enseña a Jack Frost (C. Pine) el mapa con los niños que creen.

Sombra (el hombre del saco) es el tétrico villano del film capaz de inquietar (y mucho) a los espectadores más menudos. Sus apariciones destacan por una oscuridad y un tenebrismo aderezados por una puesta en escena y una fotografía sombría y lúgubre en ocasiones. Dan fe de ello la magnífica escena en que éste convierte los sueños plácidos que Sandman obsequía a los niños en perturbadoras y siniestras pesadillas, el ataque al banco de dientes (que es donde se almacenan los recuerdos) o su diálogo con Jack Frost en la nieve con el fin de reclutarlo para su causa, emulando un poco a Palpatine y su crucial influencia en Anakin Skywalker de la saga “Star Wars“. No sólo veo conexiones con la sextalogía creada por George Lucas, también las hay con la obra de Tolkien. Para empezar, el personaje de Jack Frost, como Bilbo o Frodo Bolsón, es un personaje quejica al que inicialmente no le entusiasman las responsabilidades ni emprender grandes aventuras. Aquí también encontramos un poder oscuro que acecha y hace peligrar la paz y la tranquilidad (Sombra sería el Sauron o Saruman de este film) pero una comunidad de elegidos une sus fuerzas para mantener el mundo a salvo (como la compañía del anillo). Los piques entre los guardianes por ver quién es más efectivo a la hora de eliminar enemigos recuerda al de Gimli y Légolas. Y por supuesto, los caballos que suelen acompañar al hombre del saco guardan más de una similitud con aquellos negros y de ojos rojizos de los Nazgûl. También podemos encontrar semejanzas con la saga “Harry Potter” (en el personaje de Jack Frost), “X-Men 2” (su estructura de cine de superhéroes es bastante parecida) e incluso “Hercules” y la citada “Los vengadores” ambas de Disney (el villano recuerda a Hades una barbaridad, sólo que en esta ocasión resulta mucho más inquietante y perverso. A la vez también es afín a Loki).

Visualmente la representación de los mundos es una maravilla. Tanto la fábrica de Santa Claus en el polo, como la “base de datos” de recuerdos (los “enjambres” de dientes) o todo el universo campestre del conejo de pascua gozan de una calidad casi pictórica en algunos momentos. Los personajes han sido perfilados de forma no tan infantil como es habitual en este tipo de productos. Así pues, Santa Claus es rudo y lleva tatuados los brazos; Jack Frost es presentado inicialmente como un canalla; el conejo de Pascua es envidioso y raro; Sandman (de lo más sugerente del film con diferencia) no habla, únicamente se comunica mediante símbolos de arena que aparecen sobre su cabeza; y no existe el personaje cómico de turno. A parte, se denota cierta postura egoísta en ellos independientemente de su buena fe y sus valores. Mención especial al guiño del ratoncito Pérez: divertido y con una mala leche tremenda.

Jack Frost y el conejo de Pascua en uno de sus piques.

Sobre la animación, nada que achacar. Una vez más, extraordinario trabajo de Dreamworks que destaca sobre todo en la física de la arena brillante de Sandman (formas que crea y personaje en sí) y en la construcción de los múltiples mundos. La espectacular escena de los dinosaurios y delfines de arena por las calles o los trepidantes viajes en trineo hacen lucir al 3D de manera majestuosa y constatan que la animación potencia como nadie este formato.

Esta propuesta navideña de la Dreamworks Animation (por cierto, última película junto con Paramount) dista de ser una obra redonda pero cumple de sobras en lo a entretenimiento se refiere. Hace gala de un atractivo diseño, apuesta por un humor contenido (la ausencia absoluta de chistes malos es un punto a su favor) y ofrece una versión más adulta y sombría -aunque sin excederse- de los típicos personajes asociados a festividades que ya forman parte del imaginario colectivo. En el fondo no es más que un film de superhéroes para jóvenes, algo falto de épica y alma, que va desinflándose a medida que transcurren los minutos para acabar de forma un tanto caótica aunque manteniendo más o menos el interés en el espectador. Y es que siendo realistas, el resultado queda muy lejos del nivel y la emoción que ofrece la factoría Pixar en la cual a parte de brillantes animadores hay grandes cineastas conocedores a la perfección del lenguaje cinematográfico. “El origen de los guardianes” es a fin de cuentas una película bastante original, digna y bien hecha que gustará tanto a los pequeños como a los adultos.

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Xavi Darko

Hastiado de los klingons y trolls que proliferaban en mi escuela secundaria, acabé mudándome a Tatooine, un lugar libre de trekkies en donde a pesar de los cansinos Tusken, abundaba el buen tiempo, el mercadeo y las carreras de vainas. La paz y la tranquilidad reinaban hasta que un buen día quedaron quebrantadas por la irrupción de un tipo peculiar cuyo perfil se ajustaba al de los tifosi radicales del AC Milan. Se hacía llamar Darth Maul y entre hostia y hostia me rebeló que era mi padre. Como buen desertor sith, decidí migrar a un planeta verde y fértil llamado Endor del cual fui posteriormente desterrado debido al incendio masivo de cabañas de unos cada día más insoportables ewoks. Sin ganas de más mamoneo intergaláctico, decidí volver al mundo real y escribir sobre cine, tanto del que adoro como del que aborrezco. Cuando me jubile espero vivir en Hill Valley y escribir críticas positivas de las cintas de Uwe Boll.

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