Crítica: “Avatar” (James Cameron, 2009)

“Avatar” nos lleva a un mundo situado más allá de la imaginación, en donde un recién llegado de la Tierra se embarca en una aventura épica, llegando a luchar, al final, por salvar el extraño mundo al que ha aprendido a llamar su hogar. James Cameron imaginó por primera vez la película hace quince años, cuando los medios para llevar a cabo y plasmar su visión todavía eran inexistentes. Ahora, después de cuatro años de producción, “Avatar” es una película de acción en vivo con una nueva generación de efectos especiales, que ofrece una experiencia cinematográfica totalmente cautivadora de nuevo cuño, siendo dicha tecnología revolucionaria inventada para la película la que supone el punto fuerte de esta obra.

Entramos en el extraño mundo de la mano de Jake Sully (Sam Worthington), un ex marine confinado a una silla de ruedas. Debido al fallecimiento de su hermano, Jake es reclutado para viajar a años luz, a un puesto humano en Pandora, donde un consorcio corporativo está extrayendo un raro mineral que será clave en la solución de la crisis energética de la Tierra. Debido a que la atmósfera de Pandora es tóxica, han creado el Programa Avatar, en el que “conductores” humanos tienen sus conciencias unidas a un avatar, un cuerpo biológico controlado de manera remota que puede sobrevivir en el aire letal. Estos avatares han sido creados genéticamente como híbridos combinando ADN humano con ADN de los seres nativos de Pandora llamados Na’vi.

Vuelto a nacer en su forma de avatar, Jake puede volver a caminar y posee toda la fortaleza física que le falta en su status normal. Se le asigna la misión de infiltrarse entre los Na’vi, que se han convertido en un obstáculo importante para la extracción del preciado mineral. Pero una hermosa hembra Na’vi, Neytiri, salva la vida de Jake, y esto lo cambia todo. Jake es aceptado por su clan, y se preparara para convertirse en uno de ellos, lo que implica muchas pruebas y aventuras. A medida que la relación con su reticente profesora Neytiri se hace más profunda, aprende a respetar el modo de ser de los Na’vi y al final ocupa su lugar entre ellos. Pronto se enfrentará a la prueba definitiva, mientras los conduce en una épica batalla que decidirá el destino de todo un mundo.

“Avatar” es un film desaprovechado en su fondo, como ya me hacían temer los sosos trailers y spots de television, pero aún así, no cabe duda de que estamos ante una absoluta experiencia cinematográfica pocas veces vista en pantalla. Visualmente el film es poderoso y realmente consistente, en donde lo digital y lo real coexisten de forma espectacular bajo tecnología 3D (nuevo 3D real, “Fusion 3D”), donde todo fluye a la perfección y se integra de una forma tan prodigiosa como revolucionaria. Unos efectos digitales de aupa que ayudan también a convertir ese 60% virtual es algo puramente casi real, casi tangible.

Pero dejando de lado el apartado técnico, desde aquí nos preguntamos: ¿Dónde está la historia en “Avatar“?. ¿Dónde está la emoción?. ¿A nivel narrativo ofrece algo nuevo?. ¿Dónde está la esencia de los personajes?. ¿Dónde está el cine?.

Como espectáculo cinematográfico y como avance en el terreno de experimentar sensaciones y formas nuevas de entender el cine de aventuras, el film cumple a la perfección, regalando secuencias de una belleza inolvidable (esas escenas nocturnas del bosque con esos tonos fucsia y azulado, que recuerdan al colorido final de “Abyss” (1989) ) junto con otras de acción rodadas con un virtuosismo que ya le gustaría a otros como el inepto de Michael Bay, pero supone una verdadera lástima la falta de fondo narrativo que posee la historia y lo poco trabajados que están los personajes, ya que en su mayoría se presentan planos, desdibujados y a la postre estereotipados.

La idea inicial del director del film, James Cameron, era conseguir que en los personajes creados por CGI se vislumbrara la interpretación de los actores bajo el motion capture, no ofrecer una película de animación tridimensional más. Supongo que la estética de videojuego que envuelve al film unido a la carencia de calado emocional en el espectador hacen que Cameron no acabe de conseguir su interesante propósito inicial.

El tufillo a cine de la marca Lucasfilm que se respira por todo el metraje (por momentos, me recordó a películas como “Star Wars Episodio I: La amenaza fantasma” (1999) por sus batallitas de naves y robots o a “El retorno del Jedi” (1983) entre otras, con esa fiesta final y tal, en donde si cambiáramos los ewoks por los Na’vi esos, tanto daría) dota a la película de un aire realmente infantil y poco complaciente para el espectador mínimamente exigente y maduro, ansioso de una sci-fi adulta y no de una simple experiencia 3D más vacía que la hucha de un parado.

Está claro que para que te financien 230 millones de dólades, Cameron se haya tenido que bajar los pantalones hasta bien abajo, ofreciendo una película visualmente impecable pero narrativamente ingenua y para todos los públicos, en vez de aportar algo mucho más realista, violento y honesto con el espectador. Pero claro, con ese presupuesto, quién tiene narices de hacerla para calificación Rated R (no recomendada para menores de 18 años) y que tus “queridos” inversores de la Fox pierdan toda esa taquilla en USA [1]?..cuando ya de antemano tienen dificil recuperar tan magna inversión.

Siendo sinceros a la vez que honestos, desde aquí pensamos que la historia del film es como un pequeño megamix de otras, para nada algo original y fresco, pecando de trascendental. La trama de la película se podría definir como una mezcla entre “Bailando con lobos” (el enemigo conoce otra civilización, se fascina con sus costumbres, calidad humana y respeto por la naturaleza, se hace uno de ellos y se enamora), “Pocahontas” (una historia casi idéntica también, incluso el propio Cameron afirma que “Avatar” habla de una manera sutil de lo que fue la conquista de América), “La princesa Mononoke” (sobre todo por la estrecha relación entre los Na’vi y la naturaleza y el lado místico-espiritual de esta última) y el cine infantil made in George Lucas (con todos sus contras).

Todo resulta previsible y poco desarrollado. Los personajes no desprenden la suficiente química (ver esa relación de amor interracial descafeinada que se mueve entre la cursilería y la inverosímilitud o el hecho de que pretendan hacernos creer la supuesta heroicidad de tintes hiperdramáticos del personaje de Michelle Rodríguez cuando no sale más de siete minutos en pantalla y cuya empatía con el espectador es ínfima) y las situaciones son más que manidas y vistas con anterioridad en muchas otras producciones.

Como espectáculo y experiencia 3D cinematográfica cumple de sobras, pero no dejemos que unos extraordinarios efectos especiales (además del estupendo acabado de las secuencias de acción) nos nublen la vista, pues estamos ante un film tan desaprovechado como vacío, con una duración excesiva que pretende convertir en trascendental algo tan previsible como elemental, erigiéndose como un panfleto ecológico de lo más oportunista, una crítica de brocha gorda sobre la guerra preventiva disfrazada de pacifismo new age y sin rastro de un ápice de simbiosis emocional entre personajes y espectador. El tiempo pondrá en la su sitio, una vez haya pasado esta moda pasajera del 3D.

Una cinta que pasará a la historia por ser una de las primeras en presentar este avance tecnológico, pero desde luego no por su calidad cinematográfica. Porque, haciendo una comparación con el Cinemascope (otro gran avance técnico dentro de la industria), ¿quién se acuerda actualmente de la primera película rodada en ese formato: “La túnica sagrada” (1953)?. Considero que la buena ciencia ficción no es solo espectáculo, sino también emoción y reflexión. Y en la actualidad, pocas películas saben combinar esos elementos con talento.

[1] Recordemos que en USA para las películas calificadas Rated R, los menores de 18 años, en caso de querer verlas deben ir acompañados de los padres o de un tutor.