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Sobre el díptico de “Mesrine”

La vida del que fuera en la Francia de los años 70 el “enemigo público número uno“, Jacques Mesrine, fue llevada a la gran pantalla por Jean-François Richet (ganador del césar a mejor realizador) en dos entregas: “Instinto de muerte” (2008) y “El enemigo público número uno” (2008) con Vincent Cassel -excelente actor donde los haya- encarnando el rol principal. Aquí en España, que yo sepa, todavía estamos sin fecha de estreno.

Mesrine fue sin lugar a dudas, el más célebre y camaleónico de los gángsters de la historia policial francesa. Convertido en una leyenda, fue erigido por parte de la prensa gala como un símbolo de rebeldía contra el poder, como un héroe (o antihéroe) popular y cuya polémica muerte, abrió un debate político acerca del rol de la policía. Jacques Mesrine murió tiroteado por la policía (como Clyde Barrow) en una emboscada el 2 de noviembre de 1979, tras 18 meses de fuga.

Mientras que la primera parte del díptico se inspira en el libro “L’instinct de mort“, relato entre autobiografía y ficción, publicado por el propio Mesrine a finales de los años 70, relatando la juventud del gángster, autor de espectaculares asaltos y fugas, la segunda aborda la carrera criminal de Mesrine después de fugarse de la prisión hasta el brutal desenlace.

La labor de documentación por parte Abdel Raouf Dafri (co-guionista del film) sobre el criminal francés, investigando y acumulando documentos y testimonios de sus allegados, fue esencial para la calidad y veracidad del resultado final.

En el reparto se encuentran nombres como el citado Vincent Cassel, Cécile De France, Gerard Depardieu, Mathieu Amalric, Elena Anaya, Ludivine Sagnier y Samuel Le Bihan.

Os dejo con el trailer de UK de la primera parte, tiene buena pinta.

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Xavi Darko

Hastiado de los klingons y trolls que proliferaban en mi escuela secundaria, acabé mudándome a Tatooine, un lugar libre de trekkies en donde a pesar de los cansinos Tusken, abundaba el buen tiempo, el mercadeo y las carreras de vainas. La paz y la tranquilidad reinaban hasta que un buen día quedaron quebrantadas por la irrupción de un tipo peculiar cuyo perfil se ajustaba al de los tifosi radicales del AC Milan. Se hacía llamar Darth Maul y entre hostia y hostia me rebeló que era mi padre. Como buen desertor sith, decidí migrar a un planeta verde y fértil llamado Endor del cual fui posteriormente desterrado debido al incendio masivo de cabañas de unos cada día más insoportables ewoks. Sin ganas de más mamoneo intergaláctico, decidí volver al mundo real y escribir sobre cine, tanto del que adoro como del que aborrezco. Cuando me jubile espero vivir en Hill Valley y escribir críticas positivas de las cintas de Uwe Boll.

2 Comentarios

  1. Jacques Mesrine

    Instinto de muerte

    La autobiografía del enemigo público número uno

    Traducción de Jesús Romé (revisada por Federico Corriente)

    ISBN: 978-84-937671-0-5 | Logroño, febrero de 2010 | 436 pág. | 22 euros | 21×14,5 cm

    Raras son las ocasiones en las que podemos tener entre las manos un documento como este, la narración en primera persona de la vida y la actividad criminal de quien fuera considerado en Francia y Canadá, durante los años setenta, el «enemigo público número uno»: Jacques Mesrine (1939-1979).

    Haciendo gala de gran talento narrativo, Mesrine recapitula sus correrías por medio mundo (Francia, España, Italia, Suiza, Canadá, Estados Unidos…) y relata, con todo lujo de detalles, lo mismo sus atracos, robos, asesinatos y espectaculares fugas, que sus amores, amistades, certezas y esperanzas.

    Mesrine, «El Grande» —así lo apodaban los miembros de la brigada especial de la policía que lo ejecutaron en las calles de París— fue un hombre que dio el salto cualitativo de vivir fuera de la ley a vivir contra la ley: una expedición sin retorno durante la cual no olvidó ni la suerte que corren los presos, ni el juramento de venganza que había lanzado a sus enemigos.

    Considerado como un simple asesino por unos y como toda una leyenda de la rebelión moderna por otros, estas memorias que ahora presentamos no dejarán indiferente a nadie, de eso no tenemos duda.

    ***

    […] Había adquirido la costumbre de mirar a mi alrededor, de fijarme en todos los que se cruzaban conmigo en la calle, en el metro, en el pequeño restaurante donde comía al mediodía. ¿Qué era lo que veía? Caras tristes, miradas cansadas, individuos agotados por un trabajo mal pagado, pero constreñidos a hacerlo para sobrevivir y que no podían permitirse más que el estricto mínimo. Seres condenados a la mediocridad perpetua. Seres que se asemejaban entre sí por la vestimenta y los problemas financieros de fin de mes. Seres incapaces de satisfacer sus menores deseos, condenados a ser eternos soñadores ante los escaparates de las tiendas de lujo y de las agencias de viajes. Estómagos acostumbrados al menú del día y al vaso de tinto corriente. Seres que conocen su porvenir, porque no tienen. Autómatas explotados y controlados, más respetuosos de las leyes por miedo que por integridad moral. Seres sometidos, vencidos, esclavos del despertador. Yo formaba parte de esa mayoría por obligación, pero me sentía ajeno a ella. No la aceptaba. No quería que mi vida estuviera reglamentada de antemano o decidida por otros. Si a las seis de la mañana tenía ganas de hacer el amor, quería tomarme el tiempo de hacerlo sin tener que mirar al reloj. Quería vivir sin horario fijo, pues estaba convencido de que la primera coacción del hombre comenzó en el instante en que se puso a calcular el tiempo. En mi cerebro resonaban las frases habituales de la existencia de todos los días. No tengo tiempo de… Llegar a tiempo… Ganar tiempo… Perder el tiempo… Yo quería «tener tiempo para vivir» y el único medio de poder hacerlo era no ser su esclavo. Sabía que era una teoría irracional, inservible para fundar una sociedad. Pero ¿qué sociedad era aquella, con sus bonitos principios y sus leyes? […]

    ***

    […] Si bien he robado, nunca he despojado a los pobres. La mayoría de mis atracos han sido dirigidos contra bancos y empresas importantes. Nunca he utilizado la violencia contra un cajero ni contra alguien que transportara dinero. Estoy convencido de haber trabajado siempre con limpieza. No he violado a nadie, ni agredido a ancianos, ni explotado a una mujer. Si he abrazado la aventura, es porque amaba el peligro. Si muchos hombres perdieron la vida a causa de mis balas era porque no quedaba otra opción: o ellos o yo. Se arriesgaron tanto como yo al aceptar el cara a cara. […]

    […] Sabrina volvió de Montreal en el momento en que yo me ponía a escribir un libro sobre mi vida sin rehuir las graves consecuencias que el texto podía depararme a la hora del juicio. Pero había alcanzado el «punto cero», y como ya no tenía nada que perder, me decidí a lanzar «mi verdad» a la cara de la sociedad que muy pronto se encargaría de juzgarme. Aquella verdad, sin embargo, podría ser interpretada como un desafío. Un asesino describiendo sus crímenes indignaría quizá a los honrados ciudadanos. Las últimas páginas del libro amenazaban con convertirse en los primeros peldaños de la guillotina. Pero no tenía la menor importancia. Una celda no es más que una tumba a la que de vez en cuando se le levanta la losa que la cubre para comprobar si el enterrado vivo sigue todavía allí. […]

    ///////////////////////////////////////////////////////////

    El libro que ha inspirado las películas de Jean-François Richet L’Instinct de mort y L’Ennemi public numéro un (con Vincent Cassel, Gérard Depardieu, Elena Anaya…)

  2. Hola pepita,

    No sabía que se podía aquirir aquí la autobiografía de Mesrine. Gracias por el aviso 😉

    Un saludo

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