Dos detectives de Lousiana, Rust Cohle (Matthew McConaughey) y Martin Hart (Woody Harrelson), vuelven a investigar el difícil caso de un asesino en serie en el que ya habían trabajado. Obligados a regresar a un mundo tan siniestro, el avance de la investigación y el mayor conocimiento mutuo les enseñan que lo siniestro reside a ambos lados de la ley.
Tras tres fascinantes episodios repletos de oscuridad, introspección y reflexión, llegamos a uno de los momentos cumbre dentro de la serie producida por la HBO. Rust (McConaughey) debe infiltrarse en una banda de narcos motoristas con el fin de conocer al misterioso Ledoux. Para recuperar la confianza de su cabecilla tendrá que colaborar en un atraco por los suburbios y asaltar la casa donde unos pandilleros que guardan un alijo. Partiendo de dicha premisa y con una absoluta libertad creativa, Cary Fukunaga se marca un asombroso e inmersivo plano secuencia de más de 7 minutos sin cortes ni trucos, en donde -cámara al hombro- sigue al personaje del detective a través de ese vecindario convertido en campo de batalla en donde balas por doquier, gángsters de poca monta y helicópteros (atención al trabajo sonoro que hay detrás) se dan cita. Una escena a todas luces colosal, de una incuestable complejidad técnica y que recuerda a aquellas míticas secuencias de “Hijos de los hombres” con la que Cuarón nos asombró a todos hará 11 años.
Espero que la disfrutéis.