ATENCIÓN: La escena que les adjunto a continuación no es recomendada para menores de 18 años debido a su violencia explícita en algunos momentos. Quedan avisados.
Siete años después de la muerte de su mujer, Aoyama, ejecutivo en una compañía, decide que es hora de buscar una posible futura esposa, siguiendo los consejos de su hijo de que ya es tiempo de volver a casarse. Un amigo, director y productor de cine, le recomienda realizar una audición para una actriz, buscando las características que a él le gustaría encontrar en su posible esposa. De entre todas las candidatas se fija en Yamazari Asami, una joven mujer con experiencia en ballet.
El día de la audición ella es la última persona a la que ve. Antes de salir anota el número de su ficha, la llama y la lleva a cenar. Él insiste en llamarla días más tarde preocupado por haber parecido demasiado atrevido. Cuando lo hace, Asami deja conscientemente que suene el teléfono unas cuantas veces antes de cogerlo. Está sola en una habitación oscura. Bueno, no totalmente sola, también está lo que parece un hombre, …dentro de un saco.
Takashi Miike, cineasta todoterreno al que ningún género se le resiste y que firma más cintas al año que goles hace Messi, sorprendió a propios y a extraños con “Audition“: Una cult movie de género inclasificable en donde soledad, desengaño, machismo, venganza, perversión y traumas infantiles se dan la mano bajo una narración ejemplar que destaca por una sabia dosificación del terror (in crescendo).
Durante una larga hora, la película parece una comedia romántica más (aunque con sutiles elementos de terror subterráneo), en donde un hombre que busca esposa mediante un falso casting elige a una joven guapa, educada, culta y de tendencia sumisa. Pero una vez éste se enamora profundamente de ella, el realizador nipón entra en acción (con todo lo que eso conlleva) y la cinta da un giro de 180 grados enmarcándose en géneros mucho más extremos como el torture porn y desembocando en una antológica catarsis final llena de venganza y con generosas dosis de ketchup. Miike con su juego de géneros y su autoconsciente lentitud y “amabilidad” inicial pretende buscar la indefensión y el aletargamiento del espectador, que se relaje por completo para sorprenderle y conducirlo al terreno que más le gusta: el miedo. Una vez en ese punto, el público no sabe como reaccionar y es más sugestionable.
Les adjunto una de las escenas (en VOSE) más icónicas del cine asiático contemporáneo: La famosa secuencia del “Kiri kiri kiri kiri!”. Aquella chica aparentemente agradable y educada convertida en una auténtica hija de perra. Y es que creánme, nunca antes las agujas de acupuntura y los alambres de piano habían sido tan inquietantes y perturbadores.