En el siglo XIV, los escoceses viven oprimidos por los onerosos tributos y las injustas leyes impuestas por los ingleses. William Wallace es un joven escocés que regresa a su tierra después de muchos años de ausencia. Siendo un niño, toda su familia fue asesinada por los bastardos afines al reino, razón por la cual se fue a vivir lejos con su tío. Tras la brutal ejecución de su joven esposa, él sólo busca venganza y arrastra a su clan a luchar contra la tiranía del rey Eduardo I. Hambrientos y en inferior número, Wallace lidera a los patriotas escoceses organizando un ejército de guerreros sedientos de justicia con el fin de recuperar el espíritu que haría a Escocia libre para siempre.
Os dejo con el mítico final del film dirigido por Mel Gibson donde la épica y la emoción del cine alcanzan su cenit. Ese Wallace crucificado y apaleado que recuerda a otro revolucionario llamado Jesús (“La pasión de Cristo”) y que también lucha hasta las últimas consecuencias por sus ideales. Por un futuro. Porque las próximas generaciones tengan una oportunidad y sigan luchando por aquello que les pertenece.
Como siempre ocurre en la filmografía como director del genio australiano, la comunión entre imagen y sonido es simplemente perfecta. Ojalá el Hollywood actual confiara más en él y no predominara tanto su irregular vida privada, ya que pocos cineastas poseen el tremendo talento visual que le caracteriza. Espero que disfrutéis de la escena (en HD y VOSE).