Bélico | Criticas | Drama

Crítica: “De mayor quiero ser soldado” (C. Molina, 2010)

De mayor quiero ser soldado” es la historia de Álex, un niño de ocho años fascinado por la violencia en la televisión y en los videojuegos. Poco a poco empieza a desarrollar problemas de comunicación con sus padres y otros compañeros del colegio, por lo que se encierra en sí mismo, inventando dos amigos imaginarios, el astronauta capitán Harry y su alter ego, el sargento John Cluster. Cuando su madre da a luz gemelos, Álex empieza a sentirse solo, eclipsado por la llegada de sus nuevos hermanos.

Traicionado y herido, consigue que su padre le recompense con algo que siempre había deseado: una televisión en su cuarto. A través de la televisión, Álex descubrirá un nuevo mundo y se sentirá totalmente fascinado por todo lo que ve. El elemento catalizador de la historia será esta creciente obsesión por las imágenes de guerra y destrucción.

Con un año de retraso (desconozco si por problemas de distribución, pero casi lo doy por hecho) llegaba a las pantallas la última película del realizador de las temibles “Rojo sangre” (2004) y “Diario de una ninfómana” (2008) y aunque formalmente la película cumplía de sobras, el recuerdo que te queda de ella una vez vista no es ni mucho menos satisfactorio. Y no lo es principalmente por dos razones. La primera sería por no saber desarrollar una premisa inicial interesante y la segunda por subrayar una y otra vez cuál es la moraleja olvidando totalmente que en el cine más vale ser sugerente que explícito. Esa reiteración confirma que Molina no confía para nada en la inteligencia del espectador, y eso es un pecado capital en esto del cine.

Por otro lado, su discurso moralista de tres al cuarto y la tremenda inverosimilitud que engloba al conjunto la condenan lamentablemente al mayor de los ostracismos. Y digo lamentablemente porque, a parte de que cuenta con una factura más que interesante (con una fotografía y un montaje remarcables), creo que la historia planteada desde otro prisma podría haber dado resultados mucho más interesantes.

Alex (un excelente Fergus Riordan) es un niño cuya imaginación no tiene límites y que ansía convertirse algún día en astronauta. Para ello se ayuda de los amables consejos de su simpático amigo imaginario Harry (Ben Temple) que siempre va con su uniforme espacial. Todavía no está intoxicado por la caja de Pandora (alias la tele) y dedica tiempo a leer y a dibujar. Al nacer sus hermanos (los gemelos), se siente sólo, aburrido y desatendido e implora a sus padres que le compren una televisión (inicialmente sólo para llenar ese vacío). Poco a poco irá adquiriendo una actitud más agresiva y rebelde influenciado por el vendaval de imágenes de guerras, catástrofes, torturas y desfiles militares que ofrece la parrilla televisiva. La curiosidad muta en fascinación y decora su habitación con banderas y posters militares a cual más radical. A adquirir dicha obsesión le ayudará su amigo imaginario el sargento John Cluster. Atrás quedaron los tiempos en donde soñaba con llegar a las estrellas, ahora sólo pretende convertirse en el mejor soldado que exista sobre la Tierra. Su actitud de odio y rechazo ante prácticamente todo lo que le rodea tendrá consecuencias verdaderamente catastróficas.

Es loable que Christian Molina (cineasta que no le llega ni a la suela del zapato a Haneke) haya querido explorar los peligros de la incomunicación y la influencia negativa de la televisión en los menores (sobre todo porque no se respeta para nada el horario infantil) pero su película resulta un bluf como una catedral. Pretendía ser una oda antibelicista, una crítica a la violencia en los medios de comunicación y más bien resulta ser un producto deliberadamente exagerado y falso con un discurso tan rancio como morboso y cuya denuncia de brocha gorda no engaña a nadie. Y es que es muy discutible el atribuir a la televisión y a los videojuegos la total responsabilidad de los actos del niño, cuando está claro que es una persona inestable emocionalmente. No me creo que ese niño porque ahora tenga una tele en su cuarto y en su clase haya dos capullos que fuman en los lavabos y se rían del resto, vaya a convertirse en un pequeño John Rambo con navaja incluida. No me creo para nada la relación de sus padres (también porque los actores que los encarnan son bastante nefastos, las cosas como son) y las situaciones que propician el cambio en ese niño. Y sobre todo no concibo como es posible que unos padres al ver la decoración ultraderechista del cuarto de su hijo de 11 años (atención al póster de las SS (sic)) no sólo no hagan absolutamente nada al respecto sino que incluso lo vean normal. Todo en la cinta resulta forzado e impuesto tanto el empeño del crío por ser un despiadado militar asesino hasta esa especie de tregua tras ser abroncado una vez más en la escuela en la que de repente parece que le hayan lavado la mente, para en menos que canta un gallo volver a las andadas dando unas razones verdaderamente deplorables. “De mayor quiero ser soldado” busca constantemente impactar al espectador pero desde luego no lo consigue. Para eso ya tenemos la excelente “El vídeo de Benny” (1992).

La criatura en plena actividad extraescolar.

En cuanto al doble personaje imaginario (interpretados ambos por un notable Ben Temple) que sólo ve el pequeño protagonista, no sé como tomármelo. ¿Es un niño esquizofrénico o bien es una representación visual de la bipolaridad de su conducta (de una dualidad producida por la continua desatención)?. Mientras uno viste de blanco impoluto (el astronauta) representando el buen hacer, el otro lleva un oscuro traje militar y su visión del mundo es totalitaria y despiadada. El astronauta muy bueno y el militar malo malísimo. ¡Estereotipos al poder! xD. La sobresaturación comunicativa, la brutalidad de las imágenes, la insensibilidad hacia la violencia unidas a los diálogos paramilitares del sargento Cluster convierten a ese pequeño en un auténtico criminal de guerra capaz de atentar contra sus indefensos hermanos, intentar ahogar a un compañero de clase o asesinar a animales. Pero lo peor del asunto viene al final del film, cuando SPOILER la madre lee la carta del escritorio de Álex (donde deja constancia una vez más que la culpa de que él sea así es de la sociedad hipócrita y violenta en la que le ha tocado vivir (sic)) y tras ello le confiesa a su (infiel) marido que tras muchos años vuelve a tener un amigo imaginario y éste es su hijo recién fallecido FIN SPOILER. Ahí es cuando dices: ¿Dónde está la tecla Stop?. ¿Dónde está la tecla Supr?. ¡Horrible!.

Dentro del elenco actoral del film encontramos a dos ilustres como Robert Englund y Danny Glover. El primero es sin duda una de las pocas alegrías del film. Su papel de psicólogo es breve pero interesante y de lo poco coherente dentro del guión. El segundo aborda el rol de director del colegio. Apenas tiene un par de escenas y aunque no lo haga mal, protagoniza la escena que acaba de rematar la nefasta faena. La película termina drásticamente (no iba a ser menos) en una escena que recuerda ligeramente a la horrenda “Cadena de favores“, y aunque la moraleja del film ha sido repetida hasta la saciedad, el director no conforme todavía, nos planta una voz en off de Danny Glober en plan didáctico ahí en medio de los créditos que supone todo un insulto a la inteligencia del espectador y condena a este despropósito hecho película irremediablemente a la hoguera.

Quizás lo poco rescatable de esta propuesta sea un montaje interesante, una fotografía correcta, algunas actuaciones a tener en cuenta (sobre todo las de Fergus Riordan y Ben Temple) y una música que aún ser omnipresente cumple con su función. La dirección de Molina no es del todo desdeñable aunque en ocasiones opta por unos planos no muy adecuados (como esos contrapicados sin sentido en las escenas de Robert Englund).

Si os gustan los panfletos rancios, falsos y sensacionalistas sobre las consencuencias de la violencia en los medios de comunicación ésta es vuestra película. Si por el contrario os interesan las historias honestas que confían en el espectador, que sugieren más que muestran, que aportan más que copian, que tratan el tema de la educación desde la reflexión y no desde el morbo, no perdáis el tiempo.

Compartir:

Xavi Darko

Hastiado de los klingons y trolls que proliferaban en mi escuela secundaria, acabé mudándome a Tatooine, un lugar libre de trekkies en donde a pesar de los cansinos Tusken, abundaba el buen tiempo, el mercadeo y las carreras de vainas. La paz y la tranquilidad reinaban hasta que un buen día quedaron quebrantadas por la irrupción de un tipo peculiar cuyo perfil se ajustaba al de los tifosi radicales del AC Milan. Se hacía llamar Darth Maul y entre hostia y hostia me rebeló que era mi padre. Como buen desertor sith, decidí migrar a un planeta verde y fértil llamado Endor del cual fui posteriormente desterrado debido al incendio masivo de cabañas de unos cada día más insoportables ewoks. Sin ganas de más mamoneo intergaláctico, decidí volver al mundo real y escribir sobre cine, tanto del que adoro como del que aborrezco. Cuando me jubile espero vivir en Hill Valley y escribir críticas positivas de las cintas de Uwe Boll.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *