Basada en un hecho real ocurrido en 1850, narra la historia de Solomon Northup, un culto músico negro -y hombre libre- que vivía con su familia en Nueva York. Tras compartir una copa con dos desconocidos, Solomon descubre que ha sido drogado y secuestrado para ser vendido como esclavo en el Sur en una plantación de Louisiana. Renunciando a abandonar la esperanza, Solomon contempla cómo todos a su alrededor sucumben a la violencia, al abuso emocional y a la desesperanza. Entonces decide correr riesgos increíbles y confiar en la gente menos aparente para intentar recuperar su libertad y reunirse con su familia.
“12 años de esclavitud” es un film interesante, muy bien dirigido, con una cuidada fotografía, alguna escena impactante (SPOILER como el castigo a latigazos o la desesperada súplica de una esclava a un compañero de fatigas en medio de la noche para que le ayude a morir FIN SPOILER), un uso muy dosificado de la música respetando siempre los silencios (algo que me ha encantado y que resulta harto raro en un film producido por la industria hollywoodiense) y unas actuaciones de chapeau (Ejiofor y Fassbender fantásticos), pero no nos dejemos llevar por el hype y la sucesión excesiva de premios que está cosechando. No estamos ante una obra maestra (no cuenta nada que no hayamos visto antes) y ni mucho menos creo que sea la mejor película del año como algunos afirman. Sin ir más lejos, el anterior film de Steve McQueen, “Shame”, me parece mucho más exquisito y arriesgado.
El tercer film del cineasta británico es una obra decente, técnica y artísticamente notable, pero nada más. Aparte, creo que le falta algo de alma para llegar a ser una película que perdure en el tiempo. Con ello no quiero decir que preferiría que fuera más lacrimógena o que recurriera a una excesiva manipulación pero sí más sentida y emocionante desde un punto de vista inteligente. Da la sensación de ser la enésima cinta racial repleta de lugares comunes y situaciones archiconocidas. Pero si hay algo que chirría una barbaridad dentro del film es sin duda el (salvador) personaje de Brad Pitt, un auténtico pegote dentro de la trama (por algo es el productor) que junto a un final tan precipitado como inverosímil lastran el conjunto. Y es que aunque finalmente se haya llevado el oscar a la mejor película, en 2013 se hizo cine mucho más estimulante y arriesgado (algunas se encontraban entre las nominadas y otras como “A propósito de Llewyn Davis” fueron absolutamente ninguneadas por la Academia).
La edición en Blu-Ray presenta una imagen -como puede verse en las capturas- estupenda, en 16:9, con una tasa de bits de 28994 kbps y respetando el formato original. Aunque a priori parezca un film no muy destacable en sonido, la pista en DTS-HD Master Audio 5.1 (bitrate: 3880 kbps) cumple de sobras ofreciendo una claridad excelente con unos efectos envolventes muy sutiles y cuidados. El resto de las tracks vienen en Dolby Digital 5.1 (448 kbps). En el apartado de extras encontramos el documental “12 años de esclavitud: Un retrato histórico” dividido en dos partes con una duración total de 41 minutos. Luego tenemos dos pequeñas featurettes más: “El equipo” con entrevistas e imágenes del rodaje (7 minutos), “La banda sonora”: un repaso al trabajo de Hans Zimmer (4 minutos); y el trailer original de cine. Todos los contenidos adicionales se presentan en calidad HD 1080p.
Os dejo con 81 capturas ampliables de la película en calidad 1080p y 8 más de los extras. Espero que las disfrutéis.
Hastiado de los klingons y trolls que proliferaban en mi escuela secundaria, acabé mudándome a Tatooine, un lugar libre de trekkies en donde a pesar de los cansinos Tusken, abundaba el buen tiempo, el mercadeo y las carreras de vainas. La paz y la tranquilidad reinaban hasta que un buen día quedaron quebrantadas por la irrupción de un tipo peculiar cuyo perfil se ajustaba al de los tifosi radicales del AC Milan. Se hacía llamar Darth Maul y entre hostia y hostia me rebeló que era mi padre. Como buen desertor sith, decidí migrar a un planeta verde y fértil llamado Endor del cual fui posteriormente desterrado debido al incendio masivo de cabañas de unos cada día más insoportables ewoks. Sin ganas de más mamoneo intergaláctico, decidí volver al mundo real y escribir sobre cine, tanto del que adoro como del que aborrezco. Cuando me jubile espero vivir en Hill Valley y escribir críticas positivas de las cintas de Uwe Boll.