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Crítica: “Wonder” (Stephen Chbosky, 2017)

La reivindicación de los invisibles:

Auggie Pullman (Jacob Tremblay) es un niño que nació con una extraña malformación facial. Tras diez años de hospital en hospital (27 operaciones de cirugía) y de largos periodos en su casa, tendrá que hacer frente a un gran reto: asistir por primera vez a la escuela. Gracias al apoyo de sus padres, Isabel (Julia Roberts) y Nate (Owen Wilson), Auggie tratará de encajar entre sus nuevos compañeros y profesores, demostrando que pese a su físico es un niño como otro cualquiera.

Tras la estimable “Las ventajas de ser un marginado” (2012) y su guión para el fallido live-action “La bella y la bestia” (2017), Stephen Chbosky adapta de forma aceptable el best-seller de R.J. Palacio en un film sobre la superación, el respeto, la educación, la marginación a lo diferente, los daños colaterales, la superficialidad de un mundo abyecto, la familia como piedra angular, la concienciación ante lo ajeno, heridas que parecen no cicatrizar, la importancia de no apartar la mirada y tender la mano, y sobre todo la aceptación a todos los niveles. Su estructura episódica desde diferentes puntos de vista y el estupendo trabajo de los actores me convence pero esa historia de sufrimiento y liberación un tanto inverosímil (mucho más light que el mundo real) repleta de clichés y estereotipos, no tanto. La trama demandaba un enfoque mucho más crudo y arriesgado (aunque eso la transformaría en algo muy diferente).

Sin embargo la cinta jamás traiciona a su verdadero target comercial: cine agradable, emocionalmente manipulador (no se esconde), cercano, simpático, con un bonito mensaje detrás y reflexiones que les puede ir muy bien tanto a aquellos que practican bullying de forma reucurrente como a sus víctimas. A modo de experiencia personal, confesaré que el acoso escolar (sobre todo cuando a parte de psicológico, pasa a un plano más físico) es mucho más sórdido, devastador y mezquino, pero entiendo que plasmar toda esa violencia y visceralidad es incompatible con un film que va destinado a un público infantil-juvenil. Para eso ya están “Klass” o “Let the right one in”.

Desde un punto de vista técnico, “Wonder” es bastante justita. El trabajo tras las cámaras de Stephen Chbosky me parece estimable pero nada espectacular. No hay algo que moleste en exceso pero tampoco nada que destaque. Tres cuartos de lo mismo podemos decir de la labor fotográfica, pobre como ella sola. La textura de la imagen es casi telefilmesca, gran parte de culpa radica en la decisión de rodarla en un formato con tan poca personalidad y riqueza como el digital. El fotoquímico no tiene rival en este terreno.

Lamentablemente la vida real es muy diferente de “Wonder” y casi nadie con este tipo de problemas (u otros tan o más graves) se lleva ovaciones o es aceptado socialmente de forma tan fulminante, pero las películas también están para enseñarnos el lado bonito de la vida, aunque sea casi una utopía. Aunque sólo sirva para que un día cuando un niño vea esta historia esboce una efímera sonrisa y alimente un poquito su esperanza.

LO MEJOR: Estamos ante un producto con innegable encanto que logra alcanzar la esencia de lo humano a través de la sencillez. Funciona perfectamente a nivel emocional, el espectador siente una inmediata vinculación con los personajes (imposible no emocionarse en ciertos tramos del film) e invita a una necesaria reflexión. “Wonder” posee detalles nada desdeñables (su acertada estructura narrativa, esa soberbia reconciliación 2.0 a través de Minecraft demostrando que la tecnología puede ser un perfecto vehículo para personas inseguras a la hora de confesar sentimientos y sensaciones,..), un elenco en absoluto estado de gracia que sostiene por completo el peso del film (Jacob Tremblay, Julia Roberts, Izabela Vidovic -el episodio de la hermana es uno de los más brillantes, en donde se muestra extremadamente bien qué ocurre con las otras partes, con los otros hijos sin problemas graves pero que también necesitan ser escuchados y atendidos-, Noah Jupe, Mandy Patinkin,…y ¡hasta Owen Wilson! que mira que a priori no le pegaba nada ese papel), una banda sonora a la altura (tanto el score de Marcelo Zarvos como la soundtrack con estupendos temas de Passion Pit, The White Stripes o Bruce Springsteen) y un final tan elegante como impecable. Se la podrá tildar de edulcorada, fantasiosa, emocionalmente manipuladora,… y lo es, jamás se esconde, porque es honesta. Una lección de aceptación y respeto de obligado visionado en centros educativos. La reivindicación de lo diferente.

LO PEOR: La dirección y la fotografía son bastante planas bajo mi punto de vista. En otras manos creo que podría haber sido una película más redonda. El bullying es tratado de forma muy soft, para no herir sensibilidades ni desviarse en exceso del target del film. Perdonable sí, per a costa de la verosimilitud de la historia. Las actuaciones en general son notables pero eso no quita que los personajes estén bastante estereotipados. El doblaje es por momentos horrendo (sobre todo el del niño protagonista), debe verse en VOSE.


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Xavi Darko

Hastiado de los klingons y trolls que proliferaban en mi escuela secundaria, acabé mudándome a Tatooine, un lugar libre de trekkies en donde a pesar de los cansinos Tusken, abundaba el buen tiempo, el mercadeo y las carreras de vainas. La paz y la tranquilidad reinaban hasta que un buen día quedaron quebrantadas por la irrupción de un tipo peculiar cuyo perfil se ajustaba al de los tifosi radicales del AC Milan. Se hacía llamar Darth Maul y entre hostia y hostia me rebeló que era mi padre. Como buen desertor sith, decidí migrar a un planeta verde y fértil llamado Endor del cual fui posteriormente desterrado debido al incendio masivo de cabañas de unos cada día más insoportables ewoks. Sin ganas de más mamoneo intergaláctico, decidí volver al mundo real y escribir sobre cine, tanto del que adoro como del que aborrezco. Cuando me jubile espero vivir en Hill Valley y escribir críticas positivas de las cintas de Uwe Boll.

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