Durante una noche del verano de 1839, cincuenta y tres esclavos negros que viajaban a bordo del navio “La Amistad”, se rebelaron y tomaron el control del barco frente a las costas de Cuba. Fracasado su intento de regresar a África, fueron detenidos por tropas de los Estados Unidos y se encontraron a merced de un sistema judicial ajeno, en un territorio extraño.
“Amistad” posiblemente sea una de las obras menores de Steven Spielberg debido a sus constantes altibajos, a su falta de rigor histórico y a no saber explotar al máximo las posibilidades dramáticas sin caer en convencionalismos. No es capaz de emocionar al espectador como otros films del rey Midas, y la historia pedía a gritos más identificación emocional. A pesar de ello, estamos ante una obra más que interesante, bien intencionada, con un notable acabado y que cuenta con buenas actuaciones de todo el reparto (en especial Djimon Honsou y Anthony Hopkins), una estupenda partitura a cargo del maestro John Williams y alguna que otra escena memorable.
Sin más preámbulos, os dejo con la mejor escena de la película sin lugar a dudas: el pasado del personaje de Cinque (Djimon Honsou) y su agónico viaje hasta llegar a los Estados Unidos. Siete minutos y medio en donde refleja claramente el sufrimiento al que eran sometidos los esclavos y las barbaridades que se cometían en alta mar. Mención especial para la escena nocturna en las entrañas del galeón español desde donde emerge el niño (libre, sin cadenas) de entre la multitud mojada por la lluvía y aterrada por la incertidumbre y el frío.
Esa escena está muy bien recreada