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Crítica: “Los tres mosqueteros” (Paul W.S. Anderson, 2011)

Oda al exceso:

Francia, siglo XVII. Athos, Porthos y Aramis son tres prodigiosos espadachines que pertenecen al cuerpo de mosqueteros del rey Luis XIII de Francia (1610-1643). A París llega un joven y valeroso gascón que ingresa en la guardia del Rey para hacerse mosquetero. Los cuatro tendrán que hacer frente a una maquiavélica conspiración urdida por el cardenal Richelieu para derrocar al rey. Adaptación actualizada de la novela homónima de Alejandro Dumas.

Paul W.S. Anderson (no confundir con ese genio llamado Paul Thomas Anderson), autor de la muy estimable “Horizonte final” pero también de auténticas pesadillas cinematográficas del calibre de “Mortal Kombat“, “Alien vs Predator” o algunas entregas de la ya cansina saga “Resident Evil“, se atreve en esta ocasión -y de nuevo en 3D- con una adaptación totalmente alocada y fuera de si de la novela de Alejandro Dumas “Los tres mosqueteros”. Y lo hace intentando emular (o directamente copiar) a exitosos blockbusters como “Piratas del Caribe” o la más reciente actualización de “Sherlock Homes” a cargo de Guy Ritchie (misma fórmula de acción pura y dura unido a pinceladas de desafortunado humor).

Con un estilo puramente videojueguil, el film se inicia en Venecia con la presentación de los cinco personajes principales: Athos (el romántico), Milady (deliciosamente manipuladora y una zorra de cuidado), Aramis (emulando a Altair de “Assassin’s Creed“), Porthos (tan bestia como auténtico) y D’Artagnan (un niñato que parece no haber roto un plato en su vida). Corrieron mejores tiempos para unos mosqueteros medio retirados, cansados de no encontrar causas justas con las que involucrarse y que ahora malgastan su tiempo degustando jamón serrano y bebiendo vino en casa. D’Artagnan por su parte se traslada a París para alistarse en el más prestigioso cuerpo militar: los Mosqueteros del Rey. Y es llegar a la capital y empezar a hacer amigotes. Tres empujones sin querer (por las prisas de encontrar al tío que ha insultado a su caballo (sic)) es suficiente para retar a muerte a dichos mosqueteros en un mismo lugar pero a diferente hora. De ese duelo triple que finalmente se convertirá en una lucha (con innecesarias ralentizaciones post Matrix y con un acabado ciertamente cutre) contra los guardias del Cardenal Richelieu que amenazan con arrestarlos porque los duelos están prohibidos por decreto real, se establecerá una amistad duradera y fiel entre el joven gascón y el trío Calatrava. Sobre el torpe romance entre D’Artagnan y Constance me reservo mi opinión incendiaria.

Orlando Bloom (aquí junto a Milla Jovovich) ofrece una de sus mejores actuaciones. Breve y pasadísima de vueltas.

Tras la traición de Milady a Athos, ésta junto al cardenal Richelieu (y posteriormente con el Duque de Buckingham) tejen un astuto plan para derrocar al rey involucrando a su esposa Ana de Austria con unos diamantes y con un supuesto encuentro pasado con el Duque inglés. Y ahí se nos presenta a dos personajes míticos encarnados por Christoph Waltz (cardenal) y Orlando Bloom (duque). En el caso del primero, tenemos otra interpretación en donde el excelente actor austríaco puede dar rienda suelta a su particular vis cómica y en el caso del segundo, es sin duda una de las grandes atracciones del film. Bloom contruye un personaje secundario pasadísimo de vueltas, inspirado claramente en Jack Sparrow (a su manera), que jamás se toma en serio a sí mismo que actúa y que se mueve y se viste como si de una rock star se tratase. Además, como pasaría con Ben Affleck en “Hollywoodland“, en este papel no pasa nada si se peca de sobreactuación debido a la histriónica y bizarra naturaleza del personaje.

No menos interesante es Rochefort, agente del cardenal, interpretado por el siempre eficiente aunque un tanto hierático en esta ocasión Mads Mikkelsen. Resulta curioso que en cinco años el actor danés haya hecho cuatro films en donde encarne a un tuerto o ciego: “Casino Royale” (Martin Campbell, 2006), “Valhalla rising” (Nicolas Winding Refn, 2009), “Furia de titanes” (Louis Leterrier, 2010) y la cinta que comentamos en estas líneas. Según Paul W. S. Anderson, le costó contratarle porque temía que fuera a encasillarse en este tipo de papeles. Además, el cineasta británico afirma que éste es un personaje influenciado por el Lee Van Cleef de las cintas de Sergio Leone. Incluso los fotogramas congelados en las presentaciones al inicio del film, están basadas en las que abundaban en los eurowesterns, salvo que en este caso están retocadas para que parezcan pinturas.

Independientemente de sus líneas de guión y de sus licencias que toma respecto a la obra de Dumas, “Los tres mosqueteros” es una marcianada palomitera que mezcla a su antojo lo clásico con lo moderno y que posee una ambientación, un vestuario y unos decorados sorprendentemente cuidados para una cinta de este tipo. Sin olvidarnos de la notabilísima (aunque en ocasiones algo machacona) música de Paul Haslinger que suena muy Media Ventures -en esta ocasión para bien- y que parece una especie de variación del score de Hans Zimmer / Klaus Badelt para la saga piratil de Bruckheimer, incluyendo algunos elementos sospechosamente similares.

Mads Mikkelsen encarnando el rol del temible Rochefort. De lo mejorcito de la cinta.

Seamos francos, “Los tres mosqueteros” no es nada del otro mundo, pero sin embargo no comparto esas críticas tan efusivamente negativas que algunos le han propinado. El resultado final es irregular pero a la vez simpático gracias a su desenfada apuesta por lo excesivo (siempre siendo autoconsciente de su grandilocuencia) y a su aplastante falta de pretensiones aunque parezca justamente lo contrario. Toda relación con la obra literaria del amigo Dumas es prácticamente testimonial, ya que los responsables del guión han hecho todo tipo de cambios, actualizaciones y demás desvaríos que irritarán (y mucho) a los fans de la novela original. Unos cambios que acercan el clásico de espadachines al género fantástico en donde hay lugar para barcos voladores, explosiones por doquier, monumentos destrozados, algún que otro mosquetero transformado en un ninja ocasional y duelos en las alturas de la catedral de Notre Damme.

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Xavi Darko

Hastiado de los klingons y trolls que proliferaban en mi escuela secundaria, acabé mudándome a Tatooine, un lugar libre de trekkies en donde a pesar de los cansinos Tusken, abundaba el buen tiempo, el mercadeo y las carreras de vainas. La paz y la tranquilidad reinaban hasta que un buen día quedaron quebrantadas por la irrupción de un tipo peculiar cuyo perfil se ajustaba al de los tifosi radicales del AC Milan. Se hacía llamar Darth Maul y entre hostia y hostia me rebeló que era mi padre. Como buen desertor sith, decidí migrar a un planeta verde y fértil llamado Endor del cual fui posteriormente desterrado debido al incendio masivo de cabañas de unos cada día más insoportables ewoks. Sin ganas de más mamoneo intergaláctico, decidí volver al mundo real y escribir sobre cine, tanto del que adoro como del que aborrezco. Cuando me jubile espero vivir en Hill Valley y escribir críticas positivas de las cintas de Uwe Boll.

2 Comentarios

  1. Jajaja, me ha encantado la crítica.

    La peli no es nada del otro mundo, y para un purista como yo (aunque defienda cosas tan insalvables como la versión Disney protagonizada por Kiefer Sutherland y Charlie Sheen) facilmente la puedo catalogar de basura, pero claro, como peli marciana y divertida en donde se pueden ver barcos voladores y peleas al más puro estilo ninja en la Francia del S.XVII cumple.
    Siempre diré que la mejor versión del clásico de Dumas lo realizo George Sidney con Gene Kelly como un atletico D´Artagnan, Van Heflin como un excelente Athos y Lana Turner como Milady.

    Saludos !!

  2. La crítica no es para echar cohetes y quizás me lluevan algunos tomates por ponerla relativamente tan bien jajaja pero reconozco que me lo pasé pipa viendo la peli. Es un divertimento al que no hay buscarle tres pies al gato, como a toda la obra de Paul W. S. Anderson xD.

    Yo la versión Disney no la trago demasiado, sin embargo el clásico ya es otra cosa! 😉

    Saludos!

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